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España España · Sevilla
Voto de Musiczine:
4
Drama En 1915, Camille Claudel (Juliette Binoche) es internada por su familia en un asilo de enfermos mentales al sur de Francia. Ya no volverá a esculpir, pero espera siempre la visita de su hermano, el escritor Paul Claudel. Fue rodada en un manicomio, donde Binoche actuó rodeada de auténticos pacientes con problemas mentales. (FILMAFFINITY)
14 de noviembre de 2013
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Autor de una de las trayectorias más controvertidas del panorama actual del cine europeo (sus participaciones en los distintos certámenes a los que suelen acudir sus propuestas desatan enconados enfrentamientos, como ocurre, por ejemplo, con el austriaco Ulrich Seidl), el francés Bruno Dumont se atreve a explorar en la biografía de una de las enfermas más célebres de la historia artística de su país.

Nos estamos refiriendo a Camille Claudel, la escultora discípula de Rodin, hermana del dramaturgo y poeta Paul Claudel, quien, tras su fracaso afectivo con el primero, quedó presa de un grave trastorno mental, fruto del cual, por orden expresa de su familia, fue ingresada en un sanatorio mental del que jamás, pese a los desgarradores ruegos a su hermano, fue autorizada a salir. Allí murió, tras permanecer recluida entre auténticos discapacitados mentales durante treinta años.

La propuesta de Dumont es, hay que reconocerlo, muy arriesgada. El planteamiento frontalmente naturalista que propone, de entrada, tiene mucho interés. La película comienza con la presentación del personaje central ya dentro del sanatorio al que, contra su deseo, fue obligada a consumir su existencia. El francés obvia cualquier planteamiento historicista al uso: no nos hallamos frente a un análisis de las causas que condujeron a Camile hasta allí, sino a una crudísima observación de su estancia entre seres perturbados.

Dumont, antes que cualquier asomo de biopic alguno, busca la contemplación de un cuerpo que clama su cordura rodeado de otros cuerpos sumidos en la más que evidente e incurable enajenación. El film se quiere experiencia, análisis de un comportamiento atormentadamente angustiado, choque de rostros, contemplación inclemente y abigarrada de la locura. El problema es que CAMILLE CLAUDEL 1915 es un film agotado en el tan riguroso como escaso y discutible bagaje de su intencionalidad.

No existe más que ese planteamiento. Cualquier otro propósito queda degradado a morbosa contemplación del llanto ficcionado de una actriz que siempre se halla expuesta a la observación casi animalesca de su convivencia con rostros pertenecientes a enfermos auténticos. La mostración de la enfermedad mental se torna persistencia exhibida en la que no cabe hondura ni sutilidad.

La perturbadora chispa que salta en el primer momento en el que el espectador toma conciencia de la cruda magnitud contemplativa a la que es convocado (Juliette Binoche presta una inconmensurable implicación a la encrucijada física que le ordena el realizador), se consume ante la huera insistencia de la única coartada que exhibe el film: esa citada disputa corpórea entre fisicidades contrapuestas.

Dumont parece empeñado en rescatar el dolor de la humillada celebridad, pero termina hartando por exceso de obstinación. Entre lo insano y lo abyecto se dirime siempre una frontera que al francés le da mucho gusto saltar. Hay películas que terminan evidenciando el manicomio de quien las filma.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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