A lo largo de la historia del cine se han sucedido constantemente las versiones de otras cintas anteriores con o con menos acierto. De hecho, en realidad, todas las películas son versiones de una primigenia, la salida de los obreros de aquella fábrica, que proyectaban los Lumière el 22 de marzo de 1895 en apenas 46 segundos.
No nos pongamos ahora tan estupendos escandalizándonos tanto con la versión americana de la obra de Campanella, que no deja de ser a su vez la versión de una novela.
En el cine, como en el arte o la literatura, lo que no es tradición es plagio.
Por cierto, ya vale de tanto usar anglicismos en la crítica cinematográfica cuando el idioma español tiene palabras más ricas para expresar los mismos conceptos.
Por lo demás la obra de Ray resulta interesante, reúne a tres grandes actores y a excelentes secundarios. Hay acción, intriga, tensión. También romance, "Un amor de oficina no correspondido" entre "Una abogada salida de Harvard y un detective que trabaja en la parte oscura".
Cierto que el guion tiene unos cuantos agujeros, lo mismo que el de Campanella. Mira que encontrar una aguja en el pajar del Dodger Stadium angelino, como en el "Palacio", la cancha bonaerense de Huracán. Lo mismo que pegarse doce años mirando fotos de criminales y, ¡zas!, encontrar al que buscas a esas alturas.
Bonito el detalle de Billy Ray llamando Morales al jefe de otro Ray (Ejiofor), seguramente en recuerdo de Ricardo Morales, el esposo de la mujer asesinada en la obra argentina.
Una interesante versión americana de una gran película argentina.
Y vamos ya a dejarnos de tanto anglicismo en la crítica cinematográfica. Al pan, pan; y al vino, vino.