Antes de ser devorados por la gran urbe neoyorquina, la emigración italiana solía establecerse en el barrio de Brooklyn para iniciar allí su adaptación en compañía de otros paisanos.
Allí vive una curiosa galería de personajes singulares, pero ninguno como la vendedora de cuentos (Bremón) que deambula por la calle ofreciendo inútilmente su mercancía, "¡Cómpreme un cuento!", lamentando que "Los niños ya no creen en los cuentos". Una especie de Anni de las manzanas (Davis) sacada de "Un gánster para un milagro".
En una suerte de corrala viven amontonados muchos de ellos y todos tiemblan porque mañana es "El día de los alquileres". De nada sirven las súplicas al abogado Bossi (Ustinov) para que alargue los plazos. Inexorable, los impagados son inmediatamente denunciados y desahuciados.
Hasta su pasante, el bondadoso Bruno (Tieri), padece sus humillaciones y ladra con su jefe cuando alguien se acerca a la puerta del despacho para pedir clemencia. "¡Guau ... guau ... Brrrr!"
Y ocurre el milagro. Porque la cinta es un maravilloso melodrama, neorrealista y mágico, una fábula sobre la bondad y la amistad que invita en algunos momentos a la lágrima.
Un guion solvente y una realización que presenta magistralmente a los personajes muy bien interpretados. Con mención especial para el chucho.
Drama y algo de humor. Otro regalo de Vajda para el cine español.
No se la pierdan, total solo son "Cinco centavos el cuento".