"Con el amor no se puede jugar, ni tampoco esconderlo pues se convierte en fantasma". Esta frase que Doña Juanita (Garrigó) pronuncia ante las dudas que sufre su sobrina Rosita (Delgado) en torno a un compromiso matrimonial por conveniencia, le sirve a la anciana solterona para contarnos su propia experiencia sentimental.
Como explica la sinopsis trata de los amores de la joven Juanita (Delgado) con un payaso de circo que llega a Villaclara, una ciudad de provincias donde su padre, Don Laureano Izquierdo (Romea), ejerce como boticario. Por cierto, magnífica recreación de una vieja oficina de farmacia.
Basada en una novela corta de Pemán, la cinta muestra con enorme candor poético la transformación que aquellas villas castellanas experimentaban con las ferias y sus fuegos artificiales, conciertos en la plaza, bailes en el Casino de Labradores ... Y es que "En cada feria hay que hacer acopio de comentarios para todo el año".
Pero la gran novedad la constituía la llegada del circo. En este caso el flamante Circo Alegría que dirige Pierre Brochard (Espantaleón) con su corte de domadores, trapecistas, músicos ... y de un pobre payaso, Toni (Casal) con su pequeña mona por única compañía. Pero pronto vemos que "El circo es algo triste dentro de su aparente alegría".
El mundo circense de "El mayor espectáculo del mundo", con sus intereses particulares, su escalafón, incluso con su incendio como en "El mayor espectáculo del mundo" (DeMille, 1952), mezclado con el inmovilismo de la vida provinciana y las tertulias de rebotica, consultas al párroco o los matracos de casino y sus pérfidas bromas en este caso a Juanita, la Zarabitos, "La reina de la crema, la hija del boticario", "¡Un dos, un dos, pastillas para la tos!". Algo de esto veremos años después en "Calle Mayor" (J.A. Bardem, 1956).
Drama romántico desarrollado con un sólido guion y una gran realización, con personajes un tanto tópicos pero muy bien trazados. Ambientación bastante lograda, correctas interpretaciones y escenas sobresalientes como la del entierro de las víctimas del incendio. Mientras el pueblo entero acompaña el féretro del joven paisano, al del pobre payaso forastero solo lo sigue su mona fiel.
Tristeza, sí, pero también ternura y poesía con ribetes de realismo social y algunos toques cómicos, "En mis tiempos los pobres paseaban por la Alameda Baja y los ricos por la Alta. Ahora con la democracia ... pisotones", por ir todos mezclados y juntos.
En fin, una notable película a reivindicar que recomendamos.