Un film sencillo, agradable y simpático. Muy al estilo de la otra obra de su director, ONCE, donde la música y su proceso creativo es el instrumento para desarrollar relaciones entre personas y buscar la felicidad.
Es pues una película donde no pasa gran cosa, no hay grandes retos argumentales ni giros dramáticos, más allá de los que colocan a los protagonistas en la tesitura de cruzarse en un local de Nueva York e iniciar una relación en principio profesional, pero que les enriquecerá emocionalmente. Tampoco se trata de una comedia romántica del tipo chica-conoce-a-chico, con enamoramientos y desengaños; los protagonistas ya viene de haber pasado por eso. Sólo se conocen y en base a la grabación de un disco con los escasos medios que poseen, se hacen amigos. Nada más.
Las interpretaciones son adecuadas, incluidas las del novato Adam Levine (líder de Maroon 5 pero muy afín al tema actoral), nadie destaca especialmente (tal vez un pelín exagerado Ruffalo). Todos son naturales porque la peli pretende eso, realismo y sencillez.
En resumen, una muestra de que basta una historia sencilla y unos planos de Nueva York para hacer un film amable, que no atractivo.