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España España · Madrid
Voto de Alvaro:
6
Musical. Comedia. Terror Seymour, un joven dependiente de una floristería, está enamorado de su compañera Audrie, pero ella sale con un sádico dentista. Un día, justo después de un extraño eclipse, Seymour compra una pequeña planta, a la que bautiza como Audrie II. La planta comenzará a moverse e incluso a hablar con Seymour, de forma que se convierte en una atracción para la ciudad. Lo que nadie sabe es que se trata de un ser abominable que se alimenta de sangre humana. (FILMAFFINITY) [+]
31 de mayo de 2011
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Original y entretenida secuela del clásico de serie B de Roger Corman, que Frank Oz dota de una personalidad propia gracias a estructurar un singular musical alrededor de una historia que ya de por sí era potente.

Por suerte no se convierte en un musical plomizo de canciones repetitivas y metidas a la fuerza, sino que nos encontramos ante una comedia salpicada por buenas canciones magníficamente acompañadas por una gran puesta en escena que destaca por sus planos arriesgados y diferentes. Todo poco convencional pero bien desarrollado, dotándolo de una personalidad que siempre se agradece.

La historia es sencilla: Un retraído dependiente de una ruinosa floristería (Rick Moranis en su papel simpático de siempre) enamorado de una despampanante compañera con pocas luces (Ellen Greene) y con un novio dentista que la trata como un trapo (Steve Martin muy grande en este papel en el que al sobreactuación le viene al pelo -negro en este caso-), se encuentra con que una extraña planta le lanza a la fama. La cosa se complica cuando descubre que la planta se alimenta de sangre humana...

Todo aderezado con una buena realización y un guión que si bien no pasará a la historia, si logra un buen ritmo y esa chispa suficiente para que tenga el suficiente encanto que necesita una producción de este tipo que termina siendo a pesar de todo una comedia cuasi familiar pero con espíritu políticamente incorrecto.

A destacar su galería de personajes, a cada cual más estrafalario y con apariciones que dejan buen sabor de boca como la de Bill Murray.

Ochentera pero innovadora, poco ambiciosa y realmente de visionado ligero, es un film tan agradable de ver como poco memorable pese a algunas escenas bastante logradas como la loca presentación del personaje de Steve Martin, que para más pistas es dentista.

Para ver en tiempo muerto y quedar más que satisfecho.
Alvaro
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