Se acuerdan ustedes cuando, de pequeños, jugaban a los cochecitos de juguete, la de vueltas y golpes que se podían llevar los pequeños vehículos. Bueno, pues "Getaway" es el resultado de darle a un niño de esos un par de folios y un lapicero, y obligarle a escribir (o dibujar) algo sobre lo que juega. En la película hay: persecuciones, coches saliendo disparados, vuelcos a lo bestia, explosiones, trompos, derrapajes...; y, argumentalmente, nada. De hecho, no sé si os habéis fijado en lo absurdos que son la mayor parte de los diálogos entre persecución y persecución. ¿No os da la sensación de que "Getaway" está, tan cuidada en el aspecto técnico como descuidada en el resto? Ya podrían haberse esmerado tanto en el argumento como se han esmerado en la acción. Por primera vez ha tenido más trabajo el director de segunda unidad que el propio director del film.
"Getaway" es el resultado de mezclar las sagas "Fast & Furious" y "Transporter" con la película "Open windows" (Nacho Vigalondo, 2014). Es una película que carece por completo de primer acto, llevándote directamente al segundo. Algo que no tiene porque ser malo, de hecho, a una de mis cintas predilectas, "Crank, veneno en la sangre" (Neveldine & Taylor, 2006), le ocurre eso. Pero la principal diferencia entre una y otra es una absoluta falta de personalidad por parte de la que hoy nos ocupa, es serie B encubierta. Y luego, el desenlace, que se produce de tal forma que debería ser inesperado, resulta que no sorprende a nadie.
En resumidas cuentas, "Getaway" es un producto: fácil, demasiado rocambolesco y ligeramente absurdo; e incapaz de transmitir lo que debe. Me gusta su apariencia de film de la vieja escuela, renunciando a efectos digitales en beneficio de la acción real, pero a partir de ahí poco más.