Clausurada desde hacía tiempo la época del despelote español, Andrés Pajares encarna a un delincuente de tebeo sin que veamos ningún tipo de desnudo. Pero sí mucha picardía y en un lenguaje quinqui que conquistó a mucha gente, aunque ya se podía leer en El Jueves.

La película realmente no tiene un argumento con continuidad, sino que es una sucesión de gags que podrían haberse ordenado de cualquier manera. Como cinta de humor quizá funcione a medias, pero lo cierto es que son todas escenas paródicas con su punto de crítica mordaz que nos reflejan que el par de ladronzuelos protagonistas no tienen peor moral que muchos con los que se encuentran. Policías, curas, funcionarios de Hacienda, etc...

Los actores saben encarnar muy bien a los personajes de la historieta. El contrapunto que generan Maki y Popeye (Bonilla) desata risas a pesar de que abunde un humor un tanto rancio y quede hoy más desfasado. Al margen de eso, también se echa en falta una mayor participación de Pedro Reyes y de Mary Santpere.