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Voto de McCunninghum:
9
8,2
72.269
Intriga
Scottie Fergusson (James Stewart) es un detective de la policía de San Francisco que padece de vértigo. Cuando un compañero cae al vacío desde una cornisa mientras persiguen a un delincuente, Scottie decide retirarse. Gavin Elster (Tom Helmore), un viejo amigo del colegio, lo contrata para un caso aparentemente muy simple: que vigile a su esposa Madeleine (Kim Novak), una bella mujer que está obsesionada con su pasado. (FILMAFFINITY)
1 de abril de 2010
24 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas es un elemento de importancia en la sociedad democrática. Quienes manipulan este mecanismo oculto de la sociedad constituyen el gobierno invisible que detenta el verdadero poder que rige el destino de nuestro país.” Edward Bernays, “Propaganda”
Inventor de la disciplina de las relaciones públicas y culpable de hacer de las mujeres adictas a la nicotina y de los niños comedores de jabón, Edgar Bernays era, además de muy avezado y un tanto cínico, sobrino de Sigmund Freud. Alfred Hitchcock, un tanto avezado y muy cínico, llevará la teoría de la propaganda y el psicoanálisis a la práctica cinematográfica, consolidando así una forma propia de entender el cine y un fenómeno perverso-pedagógico sin parangón. Porque, como decía Él Mismo, “este condicionamiento del público (dominación de su conciencia) es la base misma de la creación del suspense”.
El cine de Sir Alfred es una repetición traumática con variaciones. Así, muchas de sus primeras obras caen bajo la temática del “falso culpable” y “la caza al hombre”, temas recurrentes de su filmografía británica y de parte de la americana. En ello se ve un trasunto del acomplejado sujeto freudiano, asediado por los fantasmas del pasado o un sentimiento de culpabilidad del que desconoce el origen. La trama, como la cura psicoanalítica, es el trabajo y el viaje por lograr el sentido, la cadena significante o el orden simbólico. Sin embargo, y evolucionando a la par que la propia teoría (de Freud a Lacan), el cine de Hitchcock tomaría un rumbo, si cabe, más psicológico, sobre todo a partir de 1944, cuando rueda “el primer film de psicoanálisis de la historia”, la fallida “Recuerda”, que ha pasado a la historia más por la exigua participación de Dalí que por su propia valía. (Orto del thriller psicológico que han continuado Polanski, De Palma, Lumet, o los telefilmes basados en hechos reales, y del que “Psicosis” (1960) es el más afamado ejemplo.) Así, en la década de los 50, algunos de los trabajos de Hithcock proponen un estudio de lo que vamos a llamar, con Lacan, el sujeto roto: $.
“Vértigo”, que lleva el subtítulo “de entre los muertos” (y que sólo cubrió los gastos siendo por ello un fracaso), va más allá de la semiótica de la mirada perversa para introducirse en el análisis del amor en el $. Es un terreno fecundo en el que germinan, de forma inconsciente, las ideas de Hitchcock, ese terror de las rubias, sobre el amor entre un hombre y una mujer. Es sabido que esta era una historia escrita muy especialmente para Sir Alfred por los autores Boileau y Narcejac, y que la Paramount la compró en seguida para ese fin. Y que, exceptuando algún problema de verosimilitud, algo que normalmente no quitaba el sueño a Hitchcock, es una de sus películas favoritas.
(sigue en spoiler)
Inventor de la disciplina de las relaciones públicas y culpable de hacer de las mujeres adictas a la nicotina y de los niños comedores de jabón, Edgar Bernays era, además de muy avezado y un tanto cínico, sobrino de Sigmund Freud. Alfred Hitchcock, un tanto avezado y muy cínico, llevará la teoría de la propaganda y el psicoanálisis a la práctica cinematográfica, consolidando así una forma propia de entender el cine y un fenómeno perverso-pedagógico sin parangón. Porque, como decía Él Mismo, “este condicionamiento del público (dominación de su conciencia) es la base misma de la creación del suspense”.
El cine de Sir Alfred es una repetición traumática con variaciones. Así, muchas de sus primeras obras caen bajo la temática del “falso culpable” y “la caza al hombre”, temas recurrentes de su filmografía británica y de parte de la americana. En ello se ve un trasunto del acomplejado sujeto freudiano, asediado por los fantasmas del pasado o un sentimiento de culpabilidad del que desconoce el origen. La trama, como la cura psicoanalítica, es el trabajo y el viaje por lograr el sentido, la cadena significante o el orden simbólico. Sin embargo, y evolucionando a la par que la propia teoría (de Freud a Lacan), el cine de Hitchcock tomaría un rumbo, si cabe, más psicológico, sobre todo a partir de 1944, cuando rueda “el primer film de psicoanálisis de la historia”, la fallida “Recuerda”, que ha pasado a la historia más por la exigua participación de Dalí que por su propia valía. (Orto del thriller psicológico que han continuado Polanski, De Palma, Lumet, o los telefilmes basados en hechos reales, y del que “Psicosis” (1960) es el más afamado ejemplo.) Así, en la década de los 50, algunos de los trabajos de Hithcock proponen un estudio de lo que vamos a llamar, con Lacan, el sujeto roto: $.
“Vértigo”, que lleva el subtítulo “de entre los muertos” (y que sólo cubrió los gastos siendo por ello un fracaso), va más allá de la semiótica de la mirada perversa para introducirse en el análisis del amor en el $. Es un terreno fecundo en el que germinan, de forma inconsciente, las ideas de Hitchcock, ese terror de las rubias, sobre el amor entre un hombre y una mujer. Es sabido que esta era una historia escrita muy especialmente para Sir Alfred por los autores Boileau y Narcejac, y que la Paramount la compró en seguida para ese fin. Y que, exceptuando algún problema de verosimilitud, algo que normalmente no quitaba el sueño a Hitchcock, es una de sus películas favoritas.
(sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Pues, “Vértigo” no es sino una explicación del amor masculino, pero de cierto amor: de aquel que busca “mujeres de mundo, verdaderas damas que se transformarán en prostitutas en el dormitorio”. Así, se puede seguir el circuito del deseo masculino como un goce que da Forma, como un Significante Amo. Es por eso, en este sentido, que la mujer no existe. Es sólo una fantasía del deseo masculino. El goce, en sí una inmensa nada que fluye libre, cumple aquí el papel que en las demás películas cumple el McGuffin, un objeto intercambiable que hace que circule el deseo de los personajes y así avance la trama. Por ello, “Vértigo” es una película más depurada, en la que la Forma tan querida por Hitchcock llega casi a los niveles del pensamiento: “una forma que piensa”, dice Godard.
Finalmente, se diría, el verdadero McGuffin, no un objeto/fetiche, es el cuerpo de Kim Novak (¡lo Real!: no Madeleine o Judy). Cuerpo no de mujer sino de persona. Cuerpo que la mirada del hombre trocea con su deseo. Una cabeza, una mano, un trasero, una guedeja rubia. El ideal de la puta de Hitchcock repetido en cada uno de sus filmes. Es sabido que aquí quería a Vera Miles, pero esta se transformó en madre y entonces Sir Alfred “perdió el interés”. Es sabido que Kim Novak no llevaba sujetador, que en la primera escena $tewart, en la tienda de su amiga/madre, cuyo deseo o feminidad no existe, ve uno rosa y se espanta. Lo Real del cuerpo de la mujer aparece en un objeto repugnante. Lo Real de Kim Novak es Kim Novak: la que Hitchcock rechazaba, pero el bueno de Andrés Cacicedo (poeta de Cali que decía que vivir más de 25 años era una vergüenza, y cumplió…) convirtió en su Mujer Ideal, pegada en la pared, “pasional y salvaje”, que diría Truffaut. Porque la mujer no existe, ni la de Hitchcock ni la de Cacicedo, lo que existe es Kim Novak, o mejor, sus tetas sin sostén (objeto a): lo Real Imposible, sin el sujetador del Gobierno Invisible.
Pd. Un apunte sobre el falocratismo cinematográfico. La mujer no existe, es un síntoma del hombre, puede repetirse como: la historia del cine no existe… Habría que preguntarse por qué, si no, hasta Agnes Vardá o Chantal Ackerman, la única mujer cineasta es Leni Riefenhstal.
Finalmente, se diría, el verdadero McGuffin, no un objeto/fetiche, es el cuerpo de Kim Novak (¡lo Real!: no Madeleine o Judy). Cuerpo no de mujer sino de persona. Cuerpo que la mirada del hombre trocea con su deseo. Una cabeza, una mano, un trasero, una guedeja rubia. El ideal de la puta de Hitchcock repetido en cada uno de sus filmes. Es sabido que aquí quería a Vera Miles, pero esta se transformó en madre y entonces Sir Alfred “perdió el interés”. Es sabido que Kim Novak no llevaba sujetador, que en la primera escena $tewart, en la tienda de su amiga/madre, cuyo deseo o feminidad no existe, ve uno rosa y se espanta. Lo Real del cuerpo de la mujer aparece en un objeto repugnante. Lo Real de Kim Novak es Kim Novak: la que Hitchcock rechazaba, pero el bueno de Andrés Cacicedo (poeta de Cali que decía que vivir más de 25 años era una vergüenza, y cumplió…) convirtió en su Mujer Ideal, pegada en la pared, “pasional y salvaje”, que diría Truffaut. Porque la mujer no existe, ni la de Hitchcock ni la de Cacicedo, lo que existe es Kim Novak, o mejor, sus tetas sin sostén (objeto a): lo Real Imposible, sin el sujetador del Gobierno Invisible.
Pd. Un apunte sobre el falocratismo cinematográfico. La mujer no existe, es un síntoma del hombre, puede repetirse como: la historia del cine no existe… Habría que preguntarse por qué, si no, hasta Agnes Vardá o Chantal Ackerman, la única mujer cineasta es Leni Riefenhstal.