Una de las grandes virtudes de "El graduado" es la sencillez de su guion y su perfecta puesta en escena. Mike Nichols, su director y galardonado con un Óscar por este trabajo, fue capaz de armar una película mítica con un presupuesto muy bajo, sin grandes decorados ni fastuosas escenas de extras. La historia es intimista dado que la mayor parte de las secuencias que todos recordamos se rodaron en espacios cerrados y pequeños, profundizando en las relaciones humanas que, sin lugar a dudas, es una de las cosas que más buscamos cuando vamos al cine.
La actuación de los protagonistas es memorable. Todos estuvieron nominados para los Óscar, desde Hoffman, que en esta película se estrenó en la secuencia de sus siete nominaciones en total hasta la inmortal Anne Bancroft, que poseía unos ojos que hablaban solos.
Pero si "El graduado" ha cruzado los límites de la normalidad para alcanzar la sublimidad ha sido por su banda sonora original, que catapultó a la fama a sus dos artífices: Simon y Garfunkel. Sus letras nos hablan de los amores y desamores, de la desesperación del ser humano, de sus frustraciones... de todo aquello que conforma nuestra personalidad humana.
Planos muy cortos se alternan con tomas lejanas. Escenas fugaces con otras de larga extensión aderezadas por una música que jamás nos cansaremos de escuchar. "El Graduado" una película que se convirtió en inmortal, quizá, nada más finalizar la última vuelta de manivela.