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Voto de remay:
5
7,0
2.024
Cine negro. Thriller
Jim Wilson es un policía violento, amargado por la contemplación diaria del mundo del crimen. Su carácter hosco y sus métodos expeditivos para capturar sospechosos le crean constantes conflictos con colegas y superiores. Finalmente, para alejarlo de la ciudad durante un tiempo, le encomiendan un caso de asesinato en una lejana región montañosa. Una vez allí, su personalidad dará un giro imprevisto, debido, por una parte, a su relación ... [+]
26 de marzo de 2023
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siento decirlo, pero esta supuesta joya del cine negro, que nos venden los críticos especializados como una película de culto, es en realidad una cinta decepcionante y fallida.
De hecho, la crítica de 1951 del New York Times tiene el coraje – o la honradez – de calificarla de “historia superficial y desigual con un material endeble y dos mitades desconectadas”, a diferencia del sinfín de críticas modernas que la encumbran, en mi opinión de forma infundada.
De hecho, la crítica de 1951 del New York Times tiene el coraje – o la honradez – de calificarla de “historia superficial y desigual con un material endeble y dos mitades desconectadas”, a diferencia del sinfín de críticas modernas que la encumbran, en mi opinión de forma infundada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Ante todo, cabe afirmar que tiene muy poco de cine negro, y los 30 primeros minutos utilizados para describir el deprimente ambiente que reina en la policía neoyorquina no resultan muy convincentes: no hay siquiera indicios que expliquen las razones por las cuales el protagonista Jim Wilson (Robert Ryan) no es un policía normal sino “un sádico con placa”, ya que de él nos llega un retrato psicológico tan superficial como incompleto.
La segunda parte da paso a otros dos personajes, el irritante y obsesivo Walter (Ward Bond), cuya idea fija es vengar la muerte de su hija, y la protagonista femenina Mary Malden (Ida Lupino), una ciega de comportamiento excesivamente recto, moralista y sensiblero que vela por su hermano Danny, el joven y desquiciado asesino de la chiquilla.
Como se puede ver, la trama es de lo más sencillo y los personajes son descritos de una forma tosca, que no admite matices, de modo que la cinta dirigida por Nicholas Ray termina pronto siendo un melodrama romántico que tiene más de psicodrama que de cine negro: en algo más de 24 horas, el brutal y cruel Robert Ryan logra su regeneración moral “exprés” enamorándose de la ciega Lupino y el implacable granjero ávido de sangre recupera su dimensión humana, cambios demasiado bruscos para tener visos de realidad y resultar creíbles. Además, la inquietante y omnipresente música de Bernard Herrmann, - que los críticos ensalzan sin cortapisas – acaba siendo cargante. Tampoco parece afortunada la elección del título español (“La casa en la sombra”) en vez de la traducción natural “En terreno peligroso”, mucho más sugerente.
Conclusión: “On dangerous ground” se deja ver, sobre todo gracias a la buena interpretación de Ryan – su mirada lo dice todo-, pero no es para nada la obra maestra que nos pintan la mayoría de las críticas: solo así se entiende la decepción manifestada por más de un espectador.
La segunda parte da paso a otros dos personajes, el irritante y obsesivo Walter (Ward Bond), cuya idea fija es vengar la muerte de su hija, y la protagonista femenina Mary Malden (Ida Lupino), una ciega de comportamiento excesivamente recto, moralista y sensiblero que vela por su hermano Danny, el joven y desquiciado asesino de la chiquilla.
Como se puede ver, la trama es de lo más sencillo y los personajes son descritos de una forma tosca, que no admite matices, de modo que la cinta dirigida por Nicholas Ray termina pronto siendo un melodrama romántico que tiene más de psicodrama que de cine negro: en algo más de 24 horas, el brutal y cruel Robert Ryan logra su regeneración moral “exprés” enamorándose de la ciega Lupino y el implacable granjero ávido de sangre recupera su dimensión humana, cambios demasiado bruscos para tener visos de realidad y resultar creíbles. Además, la inquietante y omnipresente música de Bernard Herrmann, - que los críticos ensalzan sin cortapisas – acaba siendo cargante. Tampoco parece afortunada la elección del título español (“La casa en la sombra”) en vez de la traducción natural “En terreno peligroso”, mucho más sugerente.
Conclusión: “On dangerous ground” se deja ver, sobre todo gracias a la buena interpretación de Ryan – su mirada lo dice todo-, pero no es para nada la obra maestra que nos pintan la mayoría de las críticas: solo así se entiende la decepción manifestada por más de un espectador.