Hemos comenzado diciendo que su principio es muy bueno. Así es, pero el resto se va haciendo más pesado y en ningún momento termina ni por enganchar ni tampoco lograr el clímax final. Todo esto es culpa de un guión previsible, que cuenta con uno de los peores finales que hemos visto en el cine hace tiempo, cargándose, o mejor dicho, cagándose en todo lo expuesto, interesados por hacer su secuela o incluso una saga interminable si el público más borreguil la hace rentable, e incluyendo el inexplicable cameo de su amigo Bruce Willis, no sabemos si con el oscuro fin de reinsertarlo en la futura saga o es que ha sido meramente un chiste. Y es una pena, porque cuando presenciábamos lo que finalmente le ocurría al personaje de Anya Taylor Joy, parecía que la película iba a concluir con la vuelta a casa de su tío, creíamos que se iba a producir uno de los finales más terroríficos y arriesgados llevados a cabo por Shyamalan y el Hollywood más convencional. Pero no. Van y la cagan por todo lo alto.
James McAvoy se podría enfrentar en próximas entregas a que su personaje “multivariado” de Kevin se convierta en motivos de futuros Razzies. Ha puesto, como también hemos apuntado, su mejor intención y gran esfuerzo, y con una vez bastaba. Pero el personaje de Kevin es previsible, a pesar de sus variadas personalidades, tiene su cuerda limitada y en manos de un guionista- director tan torpe como Shyamalan se convertiría en una parodia de sí mismo, tal y como le ocurrió a Hannibal Lecter, que era un personaje con más peso y definición, o a Freddy Krueger, muy defendido por sus fans, lógico, pero se convirtieron en personajes quemados en una vía muerta.
Pasando a realidades más que a posibilidades, “Múltiple” posee un escenario ya conocido. No vamos a comentar otras películas que no sabemos si el lector ha visionado o no, pero nos resultan demasiado familiar esos sótanos blindados y esas galerías subterráneas, sin haberle dado atmósfera, sin partirse la cabeza, sin haber aprovechado convertirlo en un laberinto tal y como es la mentalidad de Kevin, por ejemplo, y haberlo puesto en un zoo. Pero qué poca inventiva, por Dios, ¿y para qué? Además no se atreve a jugar con la claustrofobia, para ello recurre a los “flash backs” troceados que son a cielo abierto, para no agobiar al espectador en un espacio cerrado, sobre todo porque para lograr eso haría falta ser, por ejemplo, un William Wyler en “El coleccionista”, y no es el caso.
Y esa sensación de “improvisación” o cierta indiferencia se refleja en la película. Desde la actuación de las jóvenes actrices, inexpertas, que hacen lo que pueden, pero su director no es director de actrices, y en ese cometido queda patente, a la fotografía de Michel Gioulakis, a veces resuelta pero en otras ocasiones, sobre todo en exteriores, queda descuidada y vemos, en cuestión de milésimas de segundos, la sombra de la cámara. En fin, no sé si nos veremos en otra ocasión señor Shyamalan, pero le aseguro que no pagaré por ello. Que el resto del universo celebre lo que quiera, yo por fortuna soy algo más exigente, incluso para lo que es meramente el cine de evasión. Y por último, quien esté interesado en ver un buen film sobre personalidad múltiple le aconsejo "Las dos caras de la verdad" o sobre todo la antológica "Las tres cara de Eva", por la que Joanne Woodward ganó con toda justicia un merecido Oscar por una interpretación, que aún hoy, se considera modélica.