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España España · Shangri-la. Andalucía
Voto de Maggie Smee:
5
Thriller. Drama Michèle, exitosa ejecutiva de una empresa de videojuegos, busca venganza tras ser violada por un desconocido en su propia casa.
1 de octubre de 2016
45 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez más, y es algo que ya voy a dejar de repetir, me alegro de no haber visto ningún programa de cine, de no haber leído ningún artículo de esos que cuelgan en las redes los días del estreno y que se copian, en su mayoría, de otros, de no haber visto ningún trailer o de no haber leído ninguna crítica, ya que la mayoría, como si de un complot se tratara, tienen la estúpida tendencia de reventar la película. Esto ocurre incluso presentando una película que seguidamente emitirán en la 2 de TVE española, donde son incapaces de analizar una película creando expectación y sin caer en el más vulgar “spoiler”. No sé si el espectador actual es idiota o si es que todos “ellos” así lo consideran, pero en algunos casos, como en el presente y a mi parecer, no solo me hubieran destripado “Elle”, si no que además me hubieran confundido vendiéndome algo que en absoluto era. Viendo la reacción del público asistente, algunos de ellos previamente “informados”, salían entre irritados y estupefactos.
Pero yendo al meollo en cuestión empecemos diciendo que “Elle”, aunque vaya a representar a Francia en los futuros Oscars, no es una película para el gran público. Incluso yo pensaba que había llegado el momento, al fin, de la nominación al Oscar como mejor actriz que ya le toca a Isabelle Huppert, tras décadas de grandes y comprometidos trabajos, además de haber trabajado con Cimino y Hanson, desaparecidos este año. Pero tras su visión lo veo complicado, aunque no imposible. Y no es porque lo haga mal, rara vez Huppert no convence. Está fabulosa, es el motor de la película y sin ella, se hubiera ido al traste desde su comienzo, sobre todo porque nadie como ella, que además tiene un máster en meterse en la piel de personajes tan tormentosos y con tanta oscuridad, y que guarda ciertos paralelismos con el personaje de “La pianista” que hizo para Haneke. Y ese es el hándicap: está arrolladora pero su personaje es áspero y amoral. Quizás por ello Marion Cotillard, Nicole Kidman o Diane Lane, entre otras, rechazaron inicialmente el proyecto, hasta que al trasladarlo definitivamente a Francia, recayó con acierto en la mejor propuesta, la Huppert.
Siguiendo con los aciertos de la película, aunque sean impedimentos para ciertos sectores, casi todo el reparto funciona y gira en torno a su protagonista, como la historia requería, pero a mí me falla Laurent Lafitte en el papel de Patrick, que me resulta demasiado blando, o desaprovechan el personaje de Ralf que encarna Lenglet, aunque afortunadamente a su pareja en la ficción, Judith Magre como Irene, le dan cancha. Y Verhoeven hace un buen trabajo en la dirección, quizás es su trabajo más gélido pero era necesario ese tono. Nada que ver con maneras o convicciones que en antaño le han proporcionado grandes éxitos comerciales. Aquí no hay trucos, si no un autor que desnuda a su protagonista, en todos los sentidos, adentrándose conscientemente en un cine underground que no proporciona taquilla.
Todo eso está bien, pero su guión, desgraciadamente, es el que tuerce este arriesgado ejercicio viscoso de equilibrismo. No es por la traducción al francés de Harold Manning (el daño lo provoca más su pésimo doblaje al español), si no que a David Birke le ha faltado marcar intenciones de sus personajes y cerrar cabos sueltos que Phillipe Djian dejaba en su obra. La película, en sus más de dos horas, podía haber sido más contundente y el haber optado por dejar tanto fleco suelto lo veo más como una cómoda labor de sugerencia que roza la cobardía y que desentona con el valor que le han echado el resto del equipo. No dudo que vaya a tener sus defensores, e incluso tiene todos los ingredientes en convertirse en film de culto, pero a mí me ha sabido a poco, ya que encuentro descompensaciones entre la mitad del film y la segunda parte, entre los interesantes temas que van poniendo sobre el tapete y lo que al final queda.
Mientras que hay factores que meramente cumplen, como su fotografía, encuentro más interesante su aportación musical o su vestuario.
Su sentido del humor, muy corrosivo, casi dañino, queda muy atrás, no lo percibo ni en un segundo plano y puede que sea por el veneno desmedido que constantemente impregna el personaje de Michèle (Huppert). Lástima que no me haya dejado poso ni me haya marcado como se pretendía. Recuerdo que en ese sentido, por ejemplo, “El cuarto hombre”, de Verhoeven, que lleva rodada décadas, no dejaba tantos huecos y era incluso más cañera que esta propuesta. Cuestión no ya de gustos si no de sensibilidades.
Maggie Smee
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