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Voto de Francisco Javier Millan:
3
Terror. Comedia. Fantástico El espíritu de la Navidad simboliza la unión familiar y en la generosidad, pero cuando Max ve que su familia se resquebraja pierde la fe en estos valores. Esto despertará la ira del Krampus, un ser mitológico que acecha al niño y a sus parientes para atormentarles las fiestas y hacerles vivir un infierno. Para enfrentarse al Krampus y salvar la vida, Max y los suyos tendrán que dejar a un lado sus diferencias y unir sus fuerzas contra el monstruo. (FILMAFFINITY)  [+]
29 de diciembre de 2015
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es la primera vez que comento, que algunos directores de terror actuales, parecen estar empeñados en asustarnos con ruido ensordecedor. Esta forma de trabajar, unida a los sistemas de sonido de algunos cines, provocan que la experiencia cinematográfica se convierta en dolor de cabeza nada más salir de la sala.
La Navidad es muy propicia para contar historias de terror. Precisamente algunas cenas familiares se pueden convertir en verdadero horror, si se sacan según que conversaciones en la mesa. Los cuñados y cuñadas, y por supuesto los tíos, a este respecto tienen mucho que decir.
Y ya ni os cuento si uno intenta comprar en un centro comercial en estas fechas tan señaladas, por lo que no es de extrañar que esta película de Michael Dougherty comience en la apertura de unos grandes almacenes; probablemente la escena más lúcida de todo el conjunto.
Tras este comienzo prometedor, y esa especie de espíritu ochentero, esta producción no tarda en transformarse en un festival del horror, carente de un verdadero sentido de la inquietud.
La historia se reduce en un sin vivir para sus protagonistas, corriendo de aquí para allá, mientras los monstruos y demás criaturas parecen empeñadas en rompernos los tímpanos.
Dougherty no encuentra el tono necesario para esta clase de relatos navideños. Le falta la chispa y la originalidad presente en filmes como “Gremlins” o “Los fantasmas atacan al jefe”, auténticos clásicos de estas fechas, que siguen siendo imbatibles e inalcanzables, para esta nueva generación de realizadores obsesionados por la técnica.
La película está completamente vacía. Llega un momento que no sabe por donde tirar, se estanca demasiado rápido. Y es una pena, ya que cualquiera puede observar las grandes posibilidades que ofrecía la propuesta.
En manos de un artesano del terror hubiéramos tenido una nueva referencia navideña. En manos de Dougherty el resultado provoca el más absoluto de los olvidos. Aunque a decir verdad, nunca se me olvidará al soberano dolor de cabeza que me produjo tras su visionado.
La próxima vez que quiera pasar miedo en Navidad, invitaré a mis tíos. Eso sí que os aseguro, que es verdadero terror.
Francisco Javier Millan
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