Un director teatral y su nueva protagonista: Emilia (Geraldine Chaplin) es una actriz sin ninguna experiencia que consigue el papel principal acostándose con el director, lo que es desesperanzador, dicho sea de paso, para cuantos reconozcan en algo así una anécdota real o habituada y tengan intención de iniciarse profesionalmente (pese a que éste no sea el tema principal de la cinta) en el oficio de la interpretación.
Y a colación del tema principal, ocurre tres cuartos de lo mismo que venía sin suceder en los tres o cuatro últimos títulos de su director, siendo probable que ni el propio Saura lo supiese contagiado del vicio del querer abarcar demasiado y no apretar nada.
¿Es una película sobre las torturas en la dictadura argentina? ¿sobre rupturas sentimentales y adulterio? ¿más regresiones a la infancia escenificadas en un cuerpo adulto? ¿el asedio y el terrorismo político al que se somete a un dramaturgo amenazándole?
Mira no sé, me quedaré con la más sobrecogedora exhibición de Chaplin a las órdenes de Saura hasta este momento haciendo que cada primerísimo plano suyo valga de plena justificación para su visionado.
Ojo avizor a un par de papelitos secundarios (más bien de figuración) para Verónica Forqué entregada a hacer cucamonas con un delirantísimo taller de actores y una fugaz Carmen Maura lacónicamente acreditada como 'la enfermera'.
En fin, el episodio del testimonio de una víctima de torturas sería útil para que Marlon Brando se orientase y diera con el look de su Doctor Moureau 18 años después.
Menos da una piedra.