No puedo evitar decirles que me gusta el cine de Isabel Coixet. Ambas de la cosecha del 60, he procurado seguirla desde "Cosas que nunca te dije" (1996), "A los que aman" (1998) y, sobre todo, desde "Mi vida sin mí" (2003). No sé muy bien por qué me traspasan sus películas, conmoviéndome y haciéndome reflexionar sobre la vida, los hijos, el paso del tiempo, el amor y la pérdida. La pérdida...

Esta película se basa en la peor pérdida, la más difícil de aceptar. Con un manejo magistral de los tiempos (superposición pasado/presente) y de los planos (realidad objetiva/pensamiento subjetivo) la directora nos va desvelando el conflicto humano y psicológico de dos personas que se rompieron al enfrentar su drama.

Me tocan profundamente los diálogos de los personajes, sus silencios, su amor-odio, sus angustias; en definitiva, su vida. Tenían que encontrarse después de cinco años y "vomitarse" mutuamente los reproches, sin otra finalidad que perdonarse a sí mismos y perdonar al otro.

Pasé hace muchísimos años por una pérdida similar. Y rompe, ya lo creo. Al final del proceso no te reconoces.

Lo mejor: Candela Peña. Sin ella no habría película. Y los diálogos, esas reflexiones de "la Coixet".

Sin embargo, ayer sí termina, Isabel. Se hace largo; pero, al final del recorrido, se puede volver a sonreír.