James Wan ha demostrado muchas veces que tiene un don para el terror. En un mundo estereotipado, donde tenemos clones de películas que directamente han destruido el género, James Wan se alza como aquél que supo imponerse a tan depresivo panorama. Con Insidious nos dio las primeras pistas de que sabía hacer cosas, pero no fue hasta la llegada de The Conjuring que no vimos las verdaderas armas de Wan.

The Conjuring puede ser la mejor película de terror en unos 25 años. Pocas más alternativas se me ocurren a una película que, más allá de ofrecer la entretenida casa de terror que esperas de todo parque de atracciones, tenía un buen gusto por el cine increíble. No es sólo que The Conjuring diera miedo, también es que estaba increíblemente bien hecha.

Llega Expediente Warren: El Caso Enfield y, sin ser una mala película, se ve un tanto innecesaria. James Wan cae en sus propios clones y repite estructura demasiadas veces. Es algo así como si quisiera volver a demostrar que se le da bien cuando ya lo ha demostrado. Algo así como si un alumno se presentara a un examen para mejorar nota cuando ya sacó un diez.

Pero esta secuela no es todo lo buena que esperaba. A pesar de que Wan vuelve a casi presumir de lo bien que sabe marcar los ritmos, eché mucho de menos más cine, más planos únicos como los que vi en The Conjuring. Wan cambia todo esto por una mayor profundidad entre los personajes encarnados por Vera Farmiga y Patrick Wilson, aunque no acabó de gustarme ese toque levemente pasteloso en ocasiones.

Es una gran película, pero no mejora lo que ya habíamos conocido. Señor Wan: ¡Pruebe nuevas cosas!