Recuerdo ver Grease varias veces de pequeño, y tener en una cinta musical grabados algunos temas que sonaban sin pausa. Por X o por Y, lo cierto es que las canciones eclipsaron al celuloide y olvidé bastante la película hasta que, en una noche primaveral pasando durante largos minutos por un catálogo de suscripción, me encontré con la película de un olvidado Randal Kleiser y decidí verla.

Desde mi amnesia recuperé sensaciones, pero la película me dejó algo claro, y es que se ha convertido en un icono tan contundente que sus únicos momentos buenos son los que ya todos conocemos. 3/4 composiciones musicales con una excelente coreografía casi paródica, pero fuera de ahí, nada que añadir a la fórmula.

Así que la conclusión para alguien que vea por primera vez Grease, y que muy probablemente se haya encontrado con las imágenes icónicas mil y una vez en diversos formatos, no va a encontrar nada que destacar. Para los que en cambio la vieron hasta la obsesión, digamos que se hizo tan popular que es todavía difícil sentir nostalgia por ella.