Wonder Weel es un melodrama pasional que carece del mínimo grado de humor que lo suavice. Viéndola, sin embargo, no he sido capaz de sentir ni emoción ni complicidad con las peripecias de unos personajes insensatos y desorientados, esforzados en dar rienda suelta a su estupidez, para echar a perder, si aún no lo estaban del todo, sus complicados destinos. Curiosamente, la relación que desata el drama tiene cierto parecido con la que en su vida privada protagonizó Woody Allen, suceso del que a ojos de medio mundo no ha sido redimido ni por el amor que supuestamente lo desencadenó.

Narrada la historia por uno de sus protagonistas, hay tanta saturación verbal en la película que diría que se puede entender perfectamente la trama con los ojos cerrados.
Ello no significa que las imágenes no sean magníficas gracias a su bella fotografía, ni que la ambientación no sea soberbia. Como siempre, el cine de Woody Allen se presenta con un estupendo envoltorio, aderezado además con brillantes interpretaciones, entre las que destaca Kate Winslet, que suena para óscar.

Quizá por una vez nuestro admirado Woody Allen debería haber puesto su guión en manos de otro director, alguien que diese a la misma historia una nueva mirada, más cinematográfica; alguien que no se limitase a trasladar a celuloide el texto de papel. Quizá en ese hipotético nuevo film desapareceria el niño pirómano o veríamos a los gangsters secuestrando a la chica con alguna violencia. Seguramente las escenas de sexo serían tórridas y convincentes, tal como la pasión de la protagonista exige. Probablemente se aligerarían algunos diálogos para dar más poderío y fuerza a las imágenes y restar tono teatral al conjunto. Quizá Wonder Weel no sería una noria, sino un auto-choque.