Aunque sea una película interesante sobre lo que hay detrás de la producción (o no) de un filme, el guión de "Gente de Sunset Boulevard" carece de la sutileza y pulcritud de "El juego de Hollywood" (Robert Altman, 1992), con la que es inevitable compararla por ser de ese mismo año y de temática muy parecida.

Tampoco destaca demasiado esta peli tras cuya producción estuvo Robert de Niro por su puesta en escena. Y es que a la dirección, a cargo de un actor secundario de toda la vida, Barry Primus, a quien también se debe la idea original, parece faltarle cierto brío. Aunque también es cierto que en lo tocante al fondo de lo que de modo primordial se nos quiere contar tiene algunas secuencias destacables, como casi todas las de las reuniones en torno a una mesa, en la que todo lo referido los impedimentos a la creación libre por parte de la industria del cine está muy bien tratado.

Lo que sucede es que todo lo que se refiere a las subtramas que la narración contiene -enredos amorosos, relaciones entre los productores y sus amantes e incluso los muy personales motivos por los que el protagonista (Robert Wuhl) desea poner en imágenes una historia que para él sigue siendo una asignatura pendiente- es bastante menos brillante. Y por eso aunque la película interese en todo momento, a ratos se atora un poco; la mezcla de drama y comedia no siempre es fluida, como si la sopa resultante tuviese demasiados tropezones, e incluso pareciera que le sobra un poco de metraje.

Con todo, se trata de un filme destacable dentro del género "cine dentro del cine", con interpretaciones bastante buenas por, entre otros, Wuhl, y, sobre todo, Landau, que se merece un visionado.

Señalemos también, como curiosidad, que en los diálogos hay varias alusiones a personas reales, como Steven Spielberg y actores como Jack Nicholson, Ed Asner o Klaus Maria Brandeauer. Y hasta Ernest Borgnine tiene un cameo haciendo de sí mismo tras hacer la compra en el hipermercado.

Pero lo más divertido es lo que responde una de las chicas (Sheryl Lee Ralph) a su amante (Robert de Niro) -que además es el más ominosamente rico de los productores- cuando la agarra del brazo y la conmina celoso a que no le hable mal por teléfono: "No juegues a Donald Trump conmigo".

Y es que aun quedaban casi 30 años para que el citado empezase a ser mayoritariamente conocido en todo el mundo, por ciertas facetas de su personalidad ya había empezado a dar que hablar.