Nos hallamos ante una de las alegorías de la angustia y desesperación más grandiosas que se hayan filmado jamás. El genio recurrió por única vez a un hecho real para mostrar al público lo despiadado que puede ser el sistema con un ciudadano ejemplar y probo. Hitch no deja títere con cabeza pasando por temas vigentes hoy en día: la mentira negligente e inconsciente (los testigos convencidos que en realidad sólo quieren figurar ante el jurado, aspecto que recuerda a la obra maestra "Doce hombres sin piedad", también protagonizada por Henry Fonda), los eternos equilibrios de las economías familiares, la depresión y, sobre todo, el sacrificio familiar.

Los dos actores protagonistas lo bordan: Henry Fonda está absolutamente inmenso y transmite un desgarro emocional constante. Creo que es imposible encontrar a otro actor tan adecuado para este papel de la persona en el lugar y momento equivocados. Impagables son las escenas en la celda, en la rueda de reconocimiento y durante el juicio. Vera Miles está a la altura ofreciendo una interpretación sobria, espléndida y llena de matices; ya que la mente de su personaje se llena de caos y contradicciones cuando los acontecimientos se precipitan.

Un pero debo poner: el desenlace, bastante forzado y casual; y algunas incongruencias y cabos sueltos que deja la investigación que lleva a cabo el matrimonio para buscar testigos que corroboren la inocencia del protagonista. ¿Dónde está el tercer testigo? ¿Y los honorarios del abogado de prestigio o gastos de médicos, cuando se supone que el sospechoso no es solvente si debe pedir créditos o utilizar pólizas de seguro para afrontar un gasto dental? Muchos aspectos en el aire que deberían haberse cerrado cuidadosamente al tratarse el tema de las economías familiares.

El filme nos enseña que nadie está a salvo de las injusticias, pero que los grandes de corazón siempre tendrán más posibilidades de evitarlas. Así que a hacer el bien, aunque sea por eludir pensar "y si..."