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España España · Castellvell del Camp
Voto de Jordirozsa:
7
Terror. Thriller. Intriga Cansado e irritable, Zakes Abbott conduce por la autopista con su novia, Beth, durmiendo a su lado. Hasta que tiene un incidente con una camioneta blanca... (FILMAFFINITY)
9 de abril de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1971, con su ópera prima “Duel” (la traducción castellana de “El Diablo Sobre Ruedas” es un spoiler malo que pretende encasillar esta obra maestra en el género del terror, y de esto habría que hablar mucho), Steven Spielberg marcó el punto de partida de una carrera de fondo (valga la redundancia), en la que, de un tronco común, han salido diversas ramas que han ido “flirteando” con diversas temáticas, dibujando así un interesante árbol genealógico de lo que conocemos como “road movies”.

De hecho, ¿por qué no leer en sus raíces los duelos y las persecuciones a caballo de las que tantas veces hemos sido testigos en los “westerns”? ¿a caso no es también un duelo lo que libran Zakes Abbot (muy decentemente interpretado por William Ash) y el psicópata de turno (Andreas Wisniewski), quien, a pesar de a penas vérsele la jeta, sabe personificar a un mal de esos que dan auténtico “yuyu”? Cambien la carcasa narrativa de esta díada, y sustitúyanla por el vaquero o pistolero que montado sobre su corcel blanco o pinto va tras el salvaje apache o el bandolero que ha secuestrado a la hija o a la mujer del sheriff, llevándola a su guarida. Tampoco habría estado tan mal una persecución a caballo tras una carreta, que hubiese reemplazado el “old fashioned” BMW de los protagonistas, y el destartalado camión-jaula (sarcástica simbología del transporte de ovejos, cerdos o gallinas, lo que ustedes quieran, al matadero).

Sin embargo, también en su ópera prima 37 años después, el novicio Mark Tonderai hace su versionado de “far-west”, o “road movie”, tiznada de horror (igual sólo para despistar), rindiendo un homenaje al referente de esta casta fílmica, con ese ingrediente base del careo, del enfrentamiento entre un héroe sin demasiados recursos que se las tiene que haber con un clan de perversos villanos, que se ceban sobre inocentes e indefensas damas.

Ello podría sonar a tópico del llamado heteropatriarcado según los del “mainstream”. Pero el caso es que nos pintan a una chavala, compañera del prota, algo despeinada, que no tiene ninguna intención de seguir con el amorío. Y no tiene reparos en dar a entender que se ha treginado a otro, y en usar el pretexto más chorra que se le podía ocurrir a Tonderai en el redactado del guión, para decirle sin más al maromo que ahí había terminado la cosa. Eso sí, te dejo y te lo suelto zampándome tus galletas.

Pero Zakes pasa por alto el afeo, y nada más ser consciente de que su compañera (o técnicamente ya “ex”, como se mire) ha caído en garras del malo, decide ir en pos de ellos para salvar, no sólo a la chica, sinó también su mancillado honor: eso de que le dejen por otro siempre suscita sentimientos de inferioridad y de culpa que requieren ser tratados con una prueba de coraje y de valentía: trasladable al argumento de la de pistoleros, y en sustrato más hondo, al mito del caballero andante que acude a rescatar a la princesa agarrada por el dragón, al que persigue hasta su guarida (generalmente una caverna).

Esta línea diverge del clásico “road” de terror “spielbergiano” que alabábamos al principio, y del que beben otros como “Nunca Juegues con Extraños” (2001), “Sin testigos” (1993)… en los que el demente criminal acecha a sus víctimas en una incesante carrera, ya sea persiguiéndolos desde fuera, o a suerte de rapto; así como tampoco se corresponde con “roads” en las que el principal es quien persigue a los villanos para consumar una venganza, como sucede en “Sin Aliento” (2004), o las ya de corte surrealista y futurista que siguieron a la prima de la saga “Mad Max” (1979).

El arquetipo subyacente en el personaje de William Ash es, sin duda alguna, el del caballero andante. A diferencia de las yanquies, se nota en esta producción británica el mayor nivel de pedigrí dramático que los actores imprimen en sus papeles, las veces es cierto que de forma excesiva, demasiado teatral, sobretodo la Bottomley (Beth, en la película), que no aguanta el pulso de los giros en extremo forzados del guión, que en momentos chirría más que los neumáticos de los destartalados vehículos de los principales.

En esta subespecie de “road”, los coches no son los que encarnan en sí una personalidad por encima de la identidad anónima de sus ocupantes: en otras historias parejas, sobretodo las del otro lado del “Charco”, lucen “Mustangs”, camionazos de lujo, “ferraris”, “porsches”… en “Pánico” parece que hayan sacado los autos de la chatarrería, y son los rostros de los personajes los que definen el proceso de identificación del espectador (a excepción del psicópata, al que veremos siempre con la cara oculta o tapada).

El perfil de William Ash como "campeón de torneo" no se corresponde ni mucho menos al del Lancelot (Robert Taylor), en “Los Caballeros del Rey Arturo” (1953): gallardo, resoluto y con las ideas más que claras en lo que respecta a su cometido. En “Pánico (Hush)”, más bien aparece esa figura endeble, tragicómica, de una personalidad que evoluciona desde lo pusilánime, miedoso e indeciso, a alguien capaz de enfrentarse lo suficientemente a sí mismo como para pelear y derrotar a su adversario, después de un periplo de desventuras que no auguran nada bueno para su destino final (véase “El Caballero Verde”, de Stephen Weeks; 1984).

Un esquema de leyenda artúrica en la que podemos perfectamente identificar el rol de cada cuál, teniendo en cuenta, como ya dije más arriba, que en algun caso ese papel no está demasiado claro, o, mejor dicho, ni bien dibujado en el script, ni interpretado con gracia (Christine Bottomley).

Uno de los aspectos que más me encantó de la fotografía de Philipp Blaubach, es el juego de luces en carretera durante la primera escena: combinación de esta claridad entre amarillenta y verdosa, que rodea el set del interior del vehículo guiado por Zakes, en una típica lluviosa noche inglesa. Esta primera parte en la que se narra la situación de tensión y crisis en la relación de los dos jóvenes protagonistas,
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jordirozsa
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