Según la Real Academia Española de la Lengua, una parida es una obra, discurso, etc., que defrauda en gran medida lo que cabía esperar, o lo que es lo mismo una sandez, un despropósito, una simpleza. Estos y otros adjetivos definen perfectamente a “Casino Royale”, uno de esos tantos jardines erróneos en donde John Huston plantó una flor.

Aunque la responsabilidad no es sólo suya, son tantos los actores y directores que participan de este guiñol insustancial que sería injusto cargar sólo contra el de Nevada.

Lo que más pena me produce es que mancillaran el nombre de la primera novela de James Bond escrita por Ian Fleming. El pobre vendió los derechos dos años antes y nunca pudo arrepentirse más de una decisión puesto que del libro no queda más que el título.

Lo mejor es sin lugar a dudas la clase de David Niven, que al menos mantiene la dignidad ante el desaguisado que se va tornando pasados los minutos y que en ningún momento pierde el sentido de ridículo como sí lo hacen otros compañeros suyos de reparto que parecen estar rodando algún sketch para un programa de fin de año.

Por su parte lo más misterioso es que con este engendro se forraron a base de bien, ganaron limpios unos 12 millones de dólares. Da qué pensar quien es más borrego si las ovejas o los hombres.

Quien no tenga tentación de cambiar de cadena viendo esta película o levantarse o hacer cualquier cosa, le felicito ha llegado a maestro zen.

Hasta otra ca..ca..marada Stalin.