La pareja protagonista cumple con su objetivo: refleja química y divierte. Por ese lado, ya hay un terreno ganado para que el espectador se contagie de ciertas emociones. La película tiene claro lo que se propone y por ello le apuesta a que la relación Smith-Robbie sea la que que adopte el nivel de diversión que la trama en sí misma no logra tener. Los juegos psicológicos, que son una mezcla de estudios de neurociencia contemporánea con artes ocultas y magias, intentan complementar lo que el filme como historia no brinda al querer sorprender con las "conclusiones" a las que pueden llegar un par de estafadores de cuenta de su "experiencia" en el arte de robar, burlar, sacar un millón de un centavo. Y ello es solo llamativo.
El segundo pico de la película es precisamente el que se presenta en el partido de fútbol americano. Allí las apuestas y las veleidosas calidades de los personajes logran generar una tensión que, desafortunadamente, no vuelve a producirse en la historia. El juego de una tendencia maniática con algo que parece completamente planeado deja sin suelo las expectativas del espectador y se convierte en el momento más vibrante de toda la película.