Al terminar de ver esta película me quedé con esta pregunta en la mente: ¿se acabarán los lunes? El común denominador de los hombres madrugan los lunes a trabajar, a producir, a hacer rentable su vida, a insertarse en el sistema de consumo y de costo-beneficio. Pero los personajes de este filme no. Ellos se ven los lunes y los martes y los miércoles y los jueves y los viernes y los sábados y los domingos, para darle a la vida un consuelo: el consuelo de ser desempleados.
Javier Bardem se echa esta película al hombro y hace de su personaje uno más de los ya memorables que ha interpretado en su carrera. Aquí es un sabelotodo encantador que matiza las relaciones con sus amigos entre la sabiduría y la chanza, entre el sueño y la realidad. Pero lo que atestiguamos es una radiografía de lo que pasa en la vida de los hombres que se quedan sin un peso y mantienen la dignidad para enfrentar la catástrofe familiar, íntima, personal, de bienestar que se les avecina. Cargada con cierta desazón y con el humor propio del humorismo español, este filme pasa la medida de los clásicos de inicios del siglo veintiuno,