Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Manospondylus:
2
Fantástico. Aventuras. Acción En un mítico bosque de la región de Alagaësia, el joven granjero Eragon (Edward Speleers) descubre una preciosa y rara piedra azul. Para que su familia pueda pasar el duro invierno, el muchacho decide cambiarla por alimentos, pero descubre asombrado cómo un dragón sale de lo que parecía una piedra pero, en realidad, era un huevo. (FILMAFFINITY)
30 de septiembre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Alguien se ha preguntado cómo sería una burda copia de Star Wars desarrollada en una mala versión de la Tierra Media? El resultado es un despropósito de proporciones paroxísmicas.

Como no podía ser de otro modo, todo empieza cuando un joven granjero que vive con su tío, pero no en Tatooine sino en un sucedáneo de la Comarca, encuentra un objeto que estaba siendo buscado por las típicas fuerzas del mal, mezcla tosca del Imperio y Mordor. En un alarde de originalidad, esta valiosa carga no es una pareja de droides con los planos de la Estrella de la Muerte, ni tampoco es un Anillo de Poder, no. Es un huevo de dragón del que, evidentemente, nace un dragón. Por su parte, el enemigo envía a la copia de los Nazgûl tras el prota y al no encontrarlo matan a su tío (inesperado, ¿verdad?). Al menos tienen la decencia de no incendiar la granja porque, bueno, eso lo hace el ermitaño al que todos daban por loco y sorprendentemente resulta ser un antiguo caballero defensor del orden y la paz en tiempos pasados y más civilizados. Juntos emprenderán un viaje que los llevará a rescatar a la princesa y a unirse a la Alianza Rebelde... o algo así.

A estas alturas cualquiera entiende de qué va esto. Eragon no es más que un plagio descarado del Episodio IV de Star Wars (1978), con la única diferencia de que en lugar de ocurrir en una galaxia muy, muy lejana, todo transcurre en un plagio descarado de la Tierra Media de Tolkien. Y no me refiero a que se inspire en los trabajos de Lucas y Tolkien (y la trilogía de películas de Peter Jackson) o tome algún elemento de ellos (así como Tolkien estuviera influenciado por la Edda poética, el Ciclo artúrico y Beowulf; y Lucas por Flash Gordon, el cine de Kurosawa y el western), no. Lo que digo es que Eragon es un repugnante e incuestionable plagio.

No hay nada, absolutamente nada, ni remotamente original (ni por accidente). Nada genuino, excepto esa necedad de "una parte de coraje, tres de estupidez" que suena más ridícula cada vez que se repite. Cualquier momento, cualquier escena, cualquier personaje, en definitiva, cualquier cosa nos recuerda a las célebres sagas del cine fantástico que he citado (atención a la escena en la que el prota contempla la puesta de sol silencioso y meditabundo desde su granja, imitando la composición y el tono del icónico momento de Una Nueva Esperanza), pero recubierto todo con una pátina de cutrez que da más vergüenza aún si cabe. Y, obviamente, el hecho de que estemos ante una historia ya conocida (pero peor contada) hace que la película ni siquiera pueda cumplir con su cometido de entretener.

Hay un Luke Skywalker de marca blanca completamente insoportable, acompañado de un pseudo-Obi Wan disfrazado de Aragorn, al rescate de una falsa Leia en versión élfica. Como villano principal tenemos a Grima con el pelo rojo en el papel de Darth Vader y, aunque por fortuna no dice ser el padre de alguien, sí está a las órdenes de una suerte de Emperador.

La historia se desarrolla de una forma tan parecida a la de la mencionada entrega de Star Wars que es imposible que sea casualidad, incorporando, insisto, elementos de la trilogía cinematográfica de El Señor de los Anillos, empezando por la ambientación y estética, y el tono épico (en este caso mal conseguido). Hay un prólogo al estilo del de La Comunidad del Anillo, una etapa de alegre vida campestre previa a la llegada del mal, una huida, un viaje por tierras salvajes con un montón de tomas aéreas, una persecución (criaturas tenebrosas, siervas del malo de turno, por medio), un primer encuentro con el villano (rescate y sacrificio incluidos), un reagrupamiento y una batalla final. Eso sí, como en el globo de Lenox, aquí hay dragones. Es lo más representativo de Eragon y lo único que no aparece en la saga galáctica ni en la trilogía del Anillo, aunque sí en otras obras de Tolkien, como El Hobbit, El Silmarillion, Los Hijos de Húrin y, fuera de la Tierra Media, Egidio, el granjero de Ham; y, por supuesto, suelen estar presentes de alguna forma en la inmensa mayoría de los universos fantásticos de espada y brujería, por no mencionar los mitos, leyendas y composiciones varias de prácticamente todas las culturas. Así que decir que lo más novedoso de una obra de fantasía es que aparecen dragones, no es decir mucho.

Además de los dragones, hay una dosis extra de tópicos del cine de aventuras y fantasía para sobresaturar la película de momentos previsibles, no sólo en el guion (que ya he dejado claro que es el del Episodio IV) sino en los personajes y las relaciones que hay entre ellos, los objetos y armas, los lugares, el desarrollo de las escenas y, bueno, en todo el apartado visual. Continuamente se hace uso de recursos irrisorios, como poner una roca desprendiéndose del borde de un acantilado en un plano picado para que nos percatemos de que sería una gran caída (por si alguien no entiende cómo va eso de la gravedad). Y la relación entre Eragon y su dragona podría haber tenido algún atractivo, puesto que es algo que debería haber servido de elemento diferenciador, pero es predecible hasta la náusea, incluyendo un deus ex machina de los que se ven venir de lejos. En general, la película de Eragon parece el resultado de completar la pokédex de los clichés.

Dejando a un lado todo lo referente al argumento copiado (lo que es casi imposible), las actuaciones son pobres (Jeremy Irons es quien más se salva, porque el resto se dividen entre quienes tienen la expresividad de un ladrillo y quienes por el contrario sobreactúan), las escenas de acción están rodadas de forma torpe y la estructura de la película es un espanto: de la hora y cuarenta minutos que dura (lo que afortunadamente no es demasiado), media hora la pasamos en la Comarca/Tatooine y hasta la mitad de la película no se produce el primer encuentro con los villanos (los esbirros Nazgûl esos) seguido casi de inmediato por la primera pelea contra el boss.

(Continúa abajo por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Manospondylus
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow