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Voto de Manospondylus:
4
Animación. Aventuras. Fantástico. Terror Tarón es un valeroso joven que debe impedir que el malvado Rey Horned se apodere del Caldero Mágico, cuya fuerza misteriosa es capaz de crear un auténtico ejército de invencibles guerreros sobrenaturales. En su lucha contra el mal, Tarón cuenta con la ayuda de su maestro, Dallben, la princesa Eilonwy, un animal con aspecto de osito de peluche llamada Gurgi, un juglar que se hace llamar Fflewddur Fflam, un cerdito con dotes de ... [+]
1 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante el 25º Clásico Disney, Taron y el Caldero Mágico (The Black Cauldron), una película extraña para el estudio por su estética a veces lúgubre y ciertas escenas algo violentas (para ser Disney, un estudio que, recuerdo, se opuso a que fuera una película para adultos), realizada durante una de las etapas más experimentales de la animación. Disney arriesgó y la jugada le salió mal: los continuos problemas durante la producción trajeron como resultado una trama entrecortada y simplona, y unos evidentes fallos de animación, revirtiendo en un estrepitoso fracaso comercial que terminó con las carreras de muchos de los involucrados y estuvo cerca de hundir al propio estudio.

Basado en una serie de novelas escritas por Lloyd Alexander, de las que sólo toma algunos personajes y situaciones de las dos primeras y los mezcla de la forma menos original posible, Taron y el Caldero Mágico parte de una premisa bastante básica: hay un malo malísimo que se hace llamar el Rey del Mal (no es muy sutil) que busca un poderoso caldero (lo que no es sino el MacGuffin de fantasía típico) para crear un ejército de guerreros inmortales y dominar el mundo porque sí, porque es malo. La trama sigue a un muchacho, Taron, que cuida a una cerdita con el poder de mostrar el paradero del caldero (otro MacGuffin), y como por algún motivo el Rey del Mal está al tanto de ello, tiene que huir de su granja (en realidad, la granja es de un señor mayor que no sabemos quién es, no aparece durante la aventura y no vuelve a interactuar con Taron) con ella y evitar que la encuentren.

El resultado es una historia de fantasía bastante genérica en la que el protagonista es un humilde granjero que va congregando un grupo de variopintos personajes a su alrededor y se autoimpone la tarea de derrotar al villano; manteniéndose en general muy en la línea de otras obras de la época como Willow, Legend y la serie de Dragones y Mazmorras, y estando muy influenciada por la película de El Señor de los Anillos de Ralph Bakshi (de hecho, el auge de la fantasía medieval durante los 80 estuvo motivada por la obra de Tolkien, aunque estas otras producciones sean sólo acercamientos muy superficiales a los trabajos del profesor).

Como puede intuirse, esta película exige una suspensión voluntaria de la incredulidad casi total. Es decir, el medio animado siempre requiere de un mayor grado de suspensión de la incredulidad que el live action (pues porque son dibujos, básicamente, y nuestro cerebro tiene que aceptarlos como si fueran personas y escenarios reales) y por ello puede permitirse el hacer y mostrar cosas que no funcionarían en un filme de imagen real. Sin embargo, en Taron y el Caldero Mágico directamente no nos podemos cuestionar nada, ni el más nimio aspecto de la trama, porque todo ocurre porque sí, para que avance, sin explicación ni justificación alguna. Y no me refiero a, por ejemplo, los poderes de los personajes u objetos mágicos, que son aceptables en un contexto de fantasía, sino a que muchos de esos personajes y objetos aparecen salidos de ningún sitio, en el momento preciso, y a nadie le importa.

Aún así, el principio tiene cierta gracia, pero se va desinflando a medida que avanza, se suceden las situaciones aleatorias y empieza la saturación de tópicos. Entre los distintos clichés que brotan como amapolas en primavera, destacaría al arma mágica oportuna, las razas (gnomos), la muerte irónica, el deus ex machina final, la renuncia al poder y la gloria por los amigos (bueno, es un mensaje que no está mal) y una historia romántica obligada que resulta forzadísima (vamos, lo típico en prácticamente todo el cine hasta la actualidad).

Los personajes no siempre son los estereotipos característicos, aunque son escasamente interesantes y carecen de cualquier complejidad o trasfondo. Taron, el protagonista, es el más arquetípico (junto al villano unidimensional), y su diseño es una copia del de Arturo de Merlín el Encantador, eso sí, con otro color de pelo. Lo acompaña la Princesa Elena (quizá el personaje con el título de princesa más desconocido de la factoría Disney, aunque es mucho menos insoportable que sus predecesoras), que es uno de esos personajes que se encuentra con Taron de forma conveniente e inexplicable (uno de los numerosos errores es que llama a Talon por su nombre de inmediato aunque él no se lo ha dicho). Porta con ella una burbuja de luz flotante que, para variar, nunca nos dicen qué es (tampoco lo usa para nada importante, a decir verdad, y termina desapareciendo de la película sin más). También está Gurgi, que no es más que un furry Gollum en versión Disney, y un trovador que sólo aporta algo a la trama en, literalmente, dos ocasiones. Frente a ellos está el Rey del Mal, un nigromante que es malo y quiere dominar el mundo (no hay absolutamente nada más que decir de él) y su improbable esbirro cómico. Además hay tres brujas que parecen distintas variaciones de Madam Mim, de nuevo, de Merlín el Encantador, una raza de gnomos (the fair folk) y un anciano que sale sólo al principio y al final.

A los problemas de guion de Taron y el Caldero Mágico se le suman varios problemas de animación. Si bien los movimientos son fluidos y los dibujos detallados (casi siempre), el tono del color de la ropa o del pelo de los personajes puede cambiar bruscamente en molestos parpadeos, y el contorno de los personajes se desdibuja ocasionalmente o aparece con un trazo tosco más propio de un boceto rápido. Además, personajes y objetos animados a veces muestran un espantoso margen alrededor que los hace resaltar sobre el fondo como si hubieran sido recortados burdamente y pegados sobre una imagen (es especialmente evidente en una escena en la que el cielo es una grabación real alterada). Sin olvidar que algunas animaciones han sido recicladas de Merlín el Encantador y de Fantasía, aunque esto es más frecuente de lo que parece en la historia de Disney.

(Continúa en el "spoiler" por falta de espacio, sin spoilers)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Manospondylus
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