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España España · Zaragoza
Voto de Paco Ortega:
9
Comedia. Intriga Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Varsovia, durante la ocupación alemana. El profesor Siletsky, un espía al servicio de la Gestapo, está a punto de entregar una lista con el nombre de los colaboradores de la Resistencia. Joseph Tura, actor polaco, intérprete de Hamlet y esposo de María Tura, también conocida actriz, intentará evitarlo. Con la ayuda de los actores de su compañía, se hará pasar por el cruel coronel Erhardt y por ... [+]
21 de diciembre de 2008
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo en esta película rezuma inteligencia, sabiduría cinematográfica y teatral, y una capacidad corrosiva demoledora para analizar fenómenos de la historia. Con razón ha sido considerada por muchos como la mofa más despiadada del nazismo junto con “Tiempos modernos”, de Charles Chaplin.

El guión de Edwin Justus Mayer, cuya idea original es del propio Lubistch, es excelente y no tiene desperdicio. Los diálogos son ocurrentes, divertidos y rebosantes de un sentido del humor a prueba del paso de los años. Los personajes están trazados con una clarividencia extraordinaria, y los actores encuentran en todo esto una mina para desarrollar un trabajo que está a la altura de todo lo demás. Destacan, naturalmente, Jack Benny, que estaba próximo a los cincuenta y que ya tenía en su haber varios éxitos importantes, y Carole Lombard, actriz de treinta y cuatro años, esposa de Cary Grant, que había sido nominada a un Oscar en 1936 por su encarnación de Irene Bullock en “Al servicio de las damas”, de Gregory La Cava. Este iba a ser su último personaje porque desgraciadamente iba a morir el 16 de Enero de 1942 en un accidente de aviación. Completa el cuadro de protagonistas un jovencísimo Robert Stack, encarnando de manera convincente a ese piloto de aviación enamorado de la primera actriz de una compañía teatral de Varsovia.

Ernst Lubitsch dirige tal vez su mejor película. Maneja con maestría los tiempos y las cámaras, y, sobre todo, entrecruza con gran habilidad los planos de la supuesta realidad cinematográfica y el del teatro. Es una maravilla, por ejemplo, la muerte real en un escenario de teatro del profesor nazi, mientras sube lentamente el telón y los miembros de la resistencia contemplan cómo se desploma sobre las tablas. Y, sin duda, ese momento en el que Hamlet comienza a recitar el famoso monólogo que da título a la película y el espectador se levanta de su butaca para visitar en el camerino a su admirada actriz, es ya uno de los más reconocibles y recordados de toda la historia del cine.

Ciertamente es una parodia cruel del mundo de la Gestapo y de los nazis, que se ceba de manera especial en la propia figura de Adolf Hitler, de sus secuaces más cercanos y del tejido de relaciones y corruptelas que propiciaba. Convierte en posible lo imposible: hacernos reír francamente sin renunciar a denunciar los atropellos que supuso ese gran fracaso de la humanidad y esa página lamentable de la historia contemporánea.
Paco Ortega
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