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España España · Cines Astoria Alicante
Voto de Bloomsday:
8
Drama. Intriga En 1913, en vísperas de la Gran Guerra (1914-1918), extraños acontecimientos, que poco a poco toman carácter de castigo ritual, se dan cita en un pequeño pueblo protestante del norte de Alemania. Los niños y adolescentes del coro del colegio y de la iglesia dirigido por el maestro, sus familias, el barón, el encargado, el médico, la comadrona, y los granjeros conforman una historia que reflexiona sobre los orígenes del nazismo en ... [+]
16 de enero de 2010
50 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
No diría que el mayor mérito de esta película sea análisis alguno, aunque bien sé que lo más recurrente en los círculos cinéfilos será dedicar líneas y frases a ensalzar la radiografía de una infancia, un germen y una condición humana. Supongo que el debate más interesante debe ser, la opinión mayoritaria así lo indica, la fijación del caldo de cultivo de lo que ya se ha comentado convenientemente. Se llega incluso a mencionar la capacidad de sugerencia de Haneke, su presunta intención de proponer libertad al espectador para que valore libremente lo que está viendo.

Y yo con Haneke encuentro siempre, precisamente, lo contrario. También en este caso. No creo en la sutileza del austríaco, si acaso le reconozco capacidad para enmarañar sus soflamas. Esta película es bastante obvia en intenciones (¡el baroncito y el deficiente!), circunstancia que se aprecia en la distribución de diálogos y golpes de efecto que buscan, en un guión de enorme precisión pedagógica, elaborar un discurso, una simbología y unas pretensiones de resonancias sincrónicas (etapa entreguerras en Alemania) o diacrónicas (lectura de carácter más universal y menos contextual). Y es que incluso más allá de la habilidad para dejar en “off” la parte física de este ensayado tremendismo, todo acaba por redundar en cierta hinchazón moral en un muestrario de miserias humanas reiterativas y calculadas.

Sigue siendo Haneke en esencia, aunque matizado. Pero recurre a su didactismo, a la búsqueda de la conclusión y la finalidad. No digo que esto sea malo, a mí particularmente me da igual en este caso. Digo que su película está repleta de balizas luminosas.

Pese a todo, “La cinta blanca” tiene virtudes válidas más allá de la búsqueda de la interpretación y definición (tarea baladí, en mi opinión, por la previsibilidad ya comentada).

El retrato pausado, a fuego lento, de infancia adoctrinada y gélida. La búsqueda del eco dreyeriano en composiciones de plano fijo que se regodean en una geometría ralentizada de ritmo y luz. También la técnica bergmaniana de los rostros y los escorzos, microcosmos protestante de vestidos y oraciones. La opresión del clima. La sordidez moral y la aterradora conciencia que precede kierkegaardiana al abismo de la Guerra y al abismo del cambio. Seres extraviados en el rencor, aprendiendo su propia finitud desde la represión del temblor. Gobierno de líderes espirituales intransigentes y rodillos en forma de Imperios que se agotan.

Puntúo más pensando, quiero decir, en toda esta vertiente de exploración de un instante en un pequeño pueblo al norte de Alemania. No tanto en las ansias de su diagnóstico.
Bloomsday
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