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España España · Cines Astoria Alicante
Voto de Bloomsday:
5
Bélico. Acción. Comedia Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En la Francia ocupada por los alemanes, Shosanna Dreyfus (Mélanie Laurent) presencia la ejecución de su familia por orden del coronel Hans Landa (Christoph Waltz). Después de huir a París, adopta una nueva identidad como propietaria de un cine. En otro lugar de Europa, el teniente Aldo Raine (Brad Pitt) adiestra a un grupo de soldados judíos ("The Basterds") para atacar objetivos concretos. Los ... [+]
12 de mayo de 2010
46 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos lo proclaman. Muchos lo ven en una cíclica verdad. Fueron tantas las ganas de salir de la sala y gritarlo que durante semanas tuve pesadillas con pandilleros cinéfilos desbocados chillando con acento mañico: spaghetti-westernnnnnnnnnnnnnnnnnn!!!!

Tantas ganas veo, tan obvias, tan palmarias, tan predecibles, que a mí me huele mal, a complacencia. Pero no a esa autocomplacencia dignísima con la que el director ha guiado su obra. Otra, de otro tipo. Más babosa. Y esto no es fallo del aficionado que muerde el anzuelo, no; el fallo es del creativo fashion victim que se baja el pantalón de la taquilla y ofrece el gusanito.

Todo esto lo sabe (sabe lo de El padrino, lo de Unforgiven, sabe que si te pones a rascar en el libreto de influencias ves hasta a Cimino); Tarantino nos conoce ya, hace casi 15 años que es colega nuestro; sabe que al reír un par de violencias metidas con calzador y al mencionarnos películas de la época (siempre resulta) saldremos confiados en esa celebración de la cinefilia que supuestamente (voluntariamente) ofrece. Tarantino sabe que, pese a todo, muchos verán creatividad en el acomodo sintético del plano en la música de Bowie.

Pero es un disfrute bastardo, por exclusión, no basado en el golpeo fugaz e implícito con el codo en el costado del espectador, sino en un ofrecimiento que se explicita lisonjero para entroncar lo más obvio de su cine con el rango de espectáculo para los que saben de qué va el tema… “aquél no sabe quién es Pabst, yo sí; qué guay”… Esa frase, creo yo, se encarga de la anuencia de muchos críticos para con esta peli. La superficie de claves tarantinianas se encargan de la taquilla.

Bien pensado, Quentin. El marketing no te lo discute nadie.

Una película que no brota, que no emana de un intelecto friki, sino que se gesta orientada a unos resultados previstos de antemano. Resultados basados en el miedo a empalmar dos películas de pretensiones puramente narcisistas. Y lo adereza con sus diálogos, más funcionales que nunca, más previsibles que nunca; y con gamberradas de su sello, más inofensivas que nunca, más redundantes que nunca. Mucha estética del caos, bizarra y ecléctica, de guión y realización plantilla.

Lo sabe, claro; y por primera vez en su carrera se dedica a ofrecernos no lo que quiere hacer él, sino (coño Quentin, y justo después de Death Proof, que sería mala pero era libre) lo que queremos ver “nosotros” (plural de cortesía cinéfila).

Y eso, con perdón, es imperdonable. Aunque entretenga. Aunque “sólo” entretenga.
Bloomsday
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