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España España · Cines Astoria Alicante
Voto de Bloomsday:
7
Drama Historia de un matrimonio (Ilona y Lauri) cuya relación y dignidad son puestas a prueba por los duros golpes de la vida. La pareja no suele correr riesgos y vive en un modesto apartamento de alquiler. Pero Ilona (Kati Outinen) pierde su empleo como camarera en el restaurante Dubrovnik, en Helsinki. Por si esto fuera poco, acaba enterándose de que Lauri (Kari Väänänen) ya hace un mes que ha sido despedido de su trabajo como conductor de tranvía. (FILMAFFINITY) [+]
24 de julio de 2009
25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Kaurismäki encuentra perfecto acomodo en el tango. Cine de tango naïf que juega con la tristeza desde un tono de suficiencia, como si se pudiera contener la melancolía a través de la separación del humor o un fraseo arrastrado de inconformismo manso. Contar las miserias como parte ineludible de la existencia pero como reafirmación, también, de la persistencia de la dignidad humana rebelándose ante las zancadillas que pone el tiempo.

La capacidad emotiva del finlandés se asienta en la concisión y sobriedad, en el frugal empleo de recursos herederos del cine mudo que intenta −como hicieran directores tan dispares como Tati o Bresson, cada uno a su manera y con sus objetivos− ordenar el desorden que encuentra un director de cine al empezar a rodar, unificando paralajes en una mirada serena y aglutinadora.

Humanismo trágico, geometría obrera de realidad estilizada a partir enfoques pequeños, detalles minúsculos y ausencias −nunca presencias− de disposición milimétrica.

La dignidad a través del trabajo es algo mil veces visto. Pero con Aki el argumento cobra autenticidad sencilla −que puede tomarse por defecto pero también como máxima forma de honestidad− al venir despojado de aderezos y abalorios, mostrándonos el hueso de la fatalidad, su más íntima y casi metafísica, que no melodramática, miseria a través de una exposición simétrica de constantes reveses.

Un cine concebido como caja de resonancia, o habitación sin muebles, que busca el eco de la imagen o el sonido más que el énfasis del discurso. Por ello esos colores sin vetas, plastificados, el rodaje de espacios pequeños, la frialdad general y ese tango monocorde. Para no tropezar con el artificio presuntuoso que considera inexistente aquello que queda en off.

Es así como se presenta el cine de Kaurismäki. Con la, diría, determinación de unos ojos distantes que dicen “te quiero” sin recurrir al abrazo.
Bloomsday
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