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Voto de Alice Ayres:
9
Drama Un hombre que duerme narra la peripecia de un estudiante que decide no levantarse de la cama el día de sus exámenes de Sociología, abandonar sus estudios, romper toda relación con amigos y parientes, y recluirse en sí mismo. Más tarde se dedicará a deambular incansable por París, a ir al cine, a leer los titulares de los periódicos, pero como lo haría un sonámbulo. Para el estudiante todo forma parte de una vaga estrategia encaminada a ... [+]
28 de agosto de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Caminando como un sonámbulo por las calles de París. Esta película es como la sensación de abrir los ojos por la mañana y volver a cerrarlos porque predices lo que va a pasar. Un día tras otro. Pausado ante el cambio y la inestabilidad. Refugiado del tumulto y del olvido. Ausente en la vida. Un espectador fugitivo, recluido en su habitación. “El murmullo incesante de la ciudad” a lo lejos se escuchan ecos de las vidas que no se detienen. “En el silencio de tu habitación el tiempo ya no penetra, está alrededor” totalmente ajeno y aislado en su torre de soledad. Pero en ningún momento se pierde el contexto de la ciudad de París, como si él mismo fuera el propio centro de la ciudad, el epicentro, desde donde se expanden las calles. Es precioso porque deambulamos con él a través de su propio recorrido.

La primera parte de la película nos muestra su hábitat, los objetos con los que se relaciona, esquemas de comportamiento y ya se adivina un personaje muy minimalista y cuidadoso con lo que posee. Tiene lo mínimo y vive en el menor espacio posible. Esos objetos, todos útiles y con los que se relaciona a diario, son firmes decisiones de lo que requiere un lugar en la memoria. Funcionan como los recuerdos que empiezan a disiparse y no queremos soltar, para no construir unos nuevos. La acumulación implica una pérdida de control sobre lo que se tiene, una falta de claridad. “Fotografías sobreexpuestas, casi blancas, casi muertas, casi ya fosilizadas” nos habla de los recuerdos, de la culpa del olvido. Del gran vacío de no poseer nada más que tu recuerdos, tú memoria y la incapacidad para mantenerlos vivos. Cambiantes, al ritmo al que pasan los días, inevitablemente, aunque no queramos salir de la cama ni enfrentarnos al nuevo día. “No necesitas nada más que esa calma, que ese silencio” frente al ruido de la ciudad, del dinero, de la ambición, de la publicidad, del poder. La libertad de decidir no hacer ni ser nada. Ser persona viviendo sin tomar partido, ajeno a cualquier contexto, ser atemporal. Es un intento de impasibilidad ante los estímulos del mundo. Su vida se basa en “esperar hasta que ya no haya nada que esperar”, vivir sin más. Vivir alejado de cualquier convencionalismo, vivir sin tiempo, sin nada más que el propio cuerpo y un espacio mínimo para la supervivencia. Sus sentimientos son aparentemente neutros, guardados bajo una calma muy plácida. No tiene emociones porque nada altera su estado contemplativo. Construye una rutina basada en el silencio y en tiempo inagotable, porque no existe una concepción del tiempo, solo un estado ausente, ajeno a cualquier organismo que lo una al mundo en el que vive.

La última parte de la película reflexiona sobre esa pasividad de no querer vincularse a nada, de sus deseos reales, de lo inevitable que es tener sentimientos, de la inutilidad de evadirlos. “Quisiste cortar los puentes entre la ciudad y tu, pero es inútil”, esa exclusión voluntaria es una negación activa de la realidad. El tiempo no se detiene y la vida continua desarrollándose.
Alice Ayres
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