Nueva película animada de Disney y nueva muestra de la excelente simbiosis existente entre la compañía y Pixar desde que ésta última fuera absorbida por la primera, aunando aquí la excelencia técnica habitual de la casa, con un excelente guión que no tiene miedo de agrandar la franja de edad de su público objetivo, más allá del meramente infantil.

Porque si algo sorprende de Zootrópolis es precisamente eso, su apuesta por un sentido del humor más inteligente que se atreve a homenajear a clásicos adultos como El padrino y Breaking Bad y que no intenta hacer avanzar la acción mediante una sucesión de gags, si no que estos están bien ensamblados en la trama, jugando con ironía con la naturaleza intrínseca de los animales. Y también por su interés en centrarse en una historia prácticamente de cine negro que termina hablando del respeto a la diferencia, de los prejuicios y de no autoimponerse límites por motivos de procedencia, sexo o etnia, es decir, un canto a la diversidad en todas sus formas.

Eso sí, no nos llevemos a engaño, los animalitos siguen siendo adorables y se venderán millones de muñecos como merchandising pero lo que antes parecía el único interés al estrenar un nuevo filme, ahora es simplemente una fuente de ingresos más.

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