Tiene evidentes puntos de contacto con un célebre clásico de Fritz Lang de los primeros años 30, pero también hay diferencias notables entre los dos films. Robert Hossein en las tres facetas que desempeña aquí en el film consiguió igualar en calidad al film de Lang, lo que no era nada fácil. Para ello se encargó de conseguir una atmósfera elaboradísima que envuelve al espectador con esos tenebrosos callejones vacíos y ese local de espectáculos situado en medio de grandes espacios para pasear por los que tampoco pasa mucha gente. Además tiene otra virtud y es que no se recrea en ningún momento en ninguna clase de efectismos, ni en la sangre ni en nada, describiendo los crímenes impresionando pero no hiriendo la sensibilidad del espectador. Hossein bordó este film, del que también hay que destacar la banda sonora y el detalle de que se inicie la proyección situando al espectador en el contexto social y político en el que aparece el asesino de mujeres, en el prólogo anterior a los títulos de crédito. Para redondear el resultado de esta película está la interpretación, magnífica por parte de Hossein, magnífica por parte de Marie-France Pisier y magnífica también por parte de los demás intérpretes, entre los que figura Paloma Valdés, una estrella del cine español de los 60 en una brillante colaboración. Gran película magistralmente confeccionada.