Última e intrincada película del gran Alfred Hitchcock escrita por Ernest Lehman ("Con La Muerte En Los Talones") adaptando una novela de Victor Canning.

Hábilmente el orondo director británico nos presenta en paralelo dos historias que en principio no tienen nada que ver entre si, para luego en un momento dado entrecruzarlas con absoluta maestría, homogeneizando las peripecias de una pareja de timadores de baja estofa con las andanzas criminales de un dúo de ladrones de importantes joyas.

Con música de John Williams (reconocido compositor de cabecera de Spielberg), Hitchcock imprime un ritmo tremendamente ágil y resuelto a la narración, algo muy meritorio teniendo en cuenta que aquí contaba ya con 76 años de edad y empezaba a padecer importantes achaques de salud.

El referido vigor narrativo del maestro junto con una utilización fabulosa del montaje y su inherente preocupación por el más mínimo detalle que pueda resultar esclarecedor de cara a la trama (nunca mejor dicho) y a los personajes, son circunstancias que juegan en favor de este magnífico entretenimiento que no defrauda en absoluto, a pesar de no poseer el calado emocional de sus grandes obras maestras.

Ese guiño cómplice de Barbara Harris mirando a cámara y dirigiéndose directamente al espectador ha quedado para la historia como una divertida y maravillosa despedida del público por parte de Hitchcock, un genio incomparable que durante más de 50 años hizo disfrutar como ningún otro a los cinéfilos de todo el mundo, elevando el séptimo arte a una categoría superior con sus películas y con su estilo único e inigualable de hacer cine.