La historia de este drama comienza casi por el final, cuando aún la relación de Dean (Ryan Gosling) y Cindy (Michelle Williams, en un papel por el que fue nominada al Oscar) no ha llegado a un punto de no retorno, aunque se adivina que no puede estar lejos.

Son una pareja con sus momentos buenos (los menos) y sus momentos malos (la mayoría), que aman con locura a su hija Frankie, que es el auténtico motivo por el que aún continúan juntos.

Mientras su matrimonio se rompe, la frustración y los reproches se multiplican. Es entonces cuando se nos muestran épocas de una vida anterior, cuando ambos amantes se conocen, cuando la felicidad y la pasión ciegan y convierten la vida en algo casi perfecto.

¿El lento paso del tiempo, la convivencia, el no decirse siempre la verdad aunque duela puede terminar así? Pues como película muy bien, como experiencia vital, una mierda.

Genialmente interpretada por Gosling y Williams, se trata de un dramón de los buenos, no de los de lágrima fácil, no, sino de los de hacerte pensar en tu vida, en las decisiones que tomamos y en si realmente todos tenemos una persona ideal esperando que la encontremos.

Yo la recomendaría, aunque con un pero: si estás de bajón, te ha dejado la pareja o tienes uno de esos días tristes, no la veas, corres el peligro de terminar de hundirte. Ánimo.