La película que nos ocupa tiene una historia interesante que recuerda a ciertos thrillers de época, pero por desgracia sus últimos 15 minutos no solo son olvidables, sino que además carecen de sentido. Como ya he dicho, la historia del film podría compararse con la de otros como Seven, por poner un ejemplo, pues el suspense y la intriga son los elementos más notorios que se emplean y no solo eso porque realmente su uso es bastante eficiente. Hay determinadas secuencias en las que pasan cosas que uno no se las ve venir. El metraje consigue que el espectador se ponga de parte del antagonista hasta el punto de admirarlo por considerarlo una especie de héroe antisistema. El personaje encarnado por Gerard Butler es de esos casos en los cuales se oculta un justiciero escondido. Porque hay que reconocerlo, ¿Quién no ha pensado nunca en hacer la justicia por su cuenta?, ¿Quién no cree que la justicia está podrida?. Por esas mismas razones es muy sencillo empatizar con el villano. La mayoría de la gente querría hacer lo mismo si estuviera en su situación, las cosas como son. Hay que tener un par para hacerlo, eso sí. Los minutos finales son los que en gran medida se cargan el resultado de toda la proyección, pues tiran por los suelos todo el buen trabajo realizado hasta ese tramo. Seguramente se hizo de esa forma para que el filme no tuviera un desenlace oscuro, pero el caso es que fue tan poco creíble que me imagino que más de uno se rio por no llorar. Hasta el cuarto de hora definitivo la película era notable, pero bueno. Este es un claro ejemplo de cómo no se debe cerrar una historia.