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España España · Barcelona
Voto de Ivan_Rumar:
7
Ciencia ficción. Romance. Intriga Cuando el Doctor Chris Kelvin recibe una llamada de socorro proveniente de una base espacial situada junto al planeta Solaris, emprende un viaje hacia lo desconocido de consecuencias imprevisibles para su futuro. Una vez en la base, comprueba que sólo hay dos supervivientes. (FILMAFFINITY)
24 de diciembre de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay algo que siempre es difícil de asumir: que lo que ocurre dentro de nuestra cabecita es distinto de lo que ocurre fuera de ella. Y no estoy hablando de la base neurológica de los sentidos, que si solo percibimos lo que el cerebro quiere que percibamos y todo ese rollo neurocientífico. Estoy hablando de las películas que nos montamos dentro de nuestra cabeza y que raramente casan con la realidad. Tampoco estoy hablando de nuestras utopías materialistas; es indudable que ese costoso yate o esa mansión en Alaska con un escritorio con vistas a un paisaje nevado la mar de inspirador están algo lejos de cumplirse. Hablo de algo mucho más íntimo y personal. Hablo de cómo llegamos a idealizar a nuestra pareja e intentamos moldearla a imagen y semejanza de nuestro ideal. Y del dolor que eso causa. De eso quiero hablar yo y de eso habla “Solaris” (2002).

¿Qué es Solaris? Solaris es un planeta misterioso que descubrieron los humanos tiempo atrás, cuando se lanzaron a investigar el espacio, pero que se ha mantenido indescifrable hasta el momento. El astronauta Kelvin es enviado a la estación espacial que orbita alrededor del planeta para que continúe la investigación que llevaba a cabo otro científico que murió recientemente. Al poco de instalarse en la estación descubrirá que el planeta Solaris ejerce un influjo sobre su mente capaz de materializar a su ser más querido.

¿Y qué tiene que ver una odisea espacial con algo tan terrenal?, os preguntaréis. Pero vayamos por partes, que a veces tengo la sensación de que la ciencia ficción y la fantasía son víctimas de un nutrido desdén que les atribuye una falta de profundidad que sí suelen tener. Suele ser un vehículo para hablar de otros temas, sobre todo de la esencia humana, y que ya les gustaría tener otras obras de ficción contemporánea. Y la “Solaris” de Stanislaw Lem es un buen ejemplo de ello, sino uno de los mejores. Sin entrar en muchos detalles, pues es el turno de la versión dirigida por Steven Soderbergh y no el de la versión en papel, es capaz, en tan solo trescientas páginas, de ofrecer múltiples lecturas y tratar temas tan humanos como la incomunicación o la soledad. La adaptación de Soderbergh es mucho más simplista y acaba circunscribiéndose al contraste entre la realidad y las fantasías que tanto daño nos causan. Y con éxito, aunque la crítica no compartiera mi opinión.

Volviendo a la reflexión iniciada en el primer párrafo, podríamos decir que a Kelvin le ocurre algo que nos ha ocurrido a todos: que la persona que imaginamos no es la misma que tenemos delante, por mucho que nos empeñemos en que sea así; que ocurra que nos engañemos para creer que es así, pero que en realidad no conozcamos al otro o no queramos conocerlo, por miedo a que no sea como esperamos que sea y no encaje con el ideal que nos hemos fabricado nosotros. Es en esa tesitura en la que se encuentra Kelvin cuando, de buenas a primeras, recibe la visita de su mujer. Con el tiempo se dará cuenta, además, de que aquello que la convertía en la persona que quería ya no está, que solo quedan unos recuerdos que ya no casan.
Nos pasamos la vida buscando a alguien que sea como nosotros, tal y como Kelvin hacía mientras vivía con su mujer, alguien que cumpla con esas directrices utópicas que nos marcamos, del mismo modo en el que la humanidad de la novela se dedica a buscar otras civilizaciones y transformarlas en nuestro ideal humanizado de extraterrestre, sin éxito, del mismo modo que intentamos moldear a otro a imagen y semejanza sin conseguirlo. Quizá por eso nos pasamos la vida buscando espejos en lugar de buscar otros mundos, como diría Lem. Y, como acaba descubriendo Kelvin, había algo especial en su mujer que no es capaz de recrear con sus recuerdos. Será que hasta que no perdemos a nuestro ser querido no nos damos cuenta de lo especial que es y de lo inútil que es intentar cambiarlo.

La versión de Soderbergh, aunque se pasa por ahí la mayor parte del libro, sí sabe plasmar a la perfección ese contraste entre la persona real y la de nuestros sueños. Es cierto que no es perfecta: tenía que introducir, tanto si sí como si no, unos cuantos giros de guion de esos que gustan tanto y que no vienen a cuento o un desenlace francamente decepcionante si lo comparamos con el de la versión en papel. Se ahorra la ciencia ficción propiamente dicha eliminando de un plumazo las investigaciones que se llevan a cabo en la superficie de Solaris, para acabar reduciendo el planeta a un mero macguffin. Tal y como ocurre con los visitantes de Solaris, el original no se parece en nada a la copia, pero no por ello deja de resultar estimulante en su diferencia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ivan_Rumar
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