Cuando una obra trata sobre la miseria, corre el peligro de volverse miserable. Es tentador regocijarse en el drama y cometer la indecencia de amplificarlo deliberadamente, para asegurar la conmoción del espectador. Hay algo de ruindad y oportunismo en ello; y, sobre todo, es un recurso fácil.

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La familia de Apu es pobre y la providencia se ha olvidado de ellos; pero esta penuria que les cuelga de la espalda queda inmersa en una profunda belleza; una belleza ontológica, la belleza del simple existir de las cosas. Satyajit Ray filma lo desolado y lo triste, pero también observa al insecto capaz del milagro de caminar sobre el agua de un río que no para de fluir, a los perros y a los gatos dormitando juntos, los inmensos ojos de un Apu fascinado por el estrafalario bigote de un actor de teatro, a Durga sonriendo por poner a su hermano a cubierto de la lluvia, al padre poeta trabajando mientras su hijo descansa a su lado, a una anciana feliz por poder lucir un chal nuevo antes de morir. La belleza se filtra, encuentra resquicios, incluso a través de los peores infortunios.

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'Pather panchali' es bella porque es sabia, humana y templada. Porque su director es un hombre de mirada amable, de talento para emocionar a través de la plasticidad de la imagen; un cineasta que entiende que luz y sombra son hermanas. Congracia en su película la congoja de la muerte y la necesidad con la infinita dicha de estar en este mundo. 'Pather panchali' es una obra maestra porque se las apaña para hacernos ver lo terrible y, pese a ello, resultar tonificante y hermosa.

Gracias.