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España España · Málaga
Voto de Nuño:
9
Drama. Romance Un hombre vuelve a Estrasburgo para buscar a una mujer de la que se enamoró seis años atrás y recuperar aquel mágico momento. Es verano. El joven extranjero callejea observando y dibujando gestos y expresiones captadas azarosamente en la calle sin dejar de buscar a esa mujer, cuyo recuerdo gravita sobre la ciudad. Esa búsqueda le conduce a otra mujer y ésta a otra... siempre bajo la invocación de la ausente. (FILMAFFINITY)
25 de junio de 2017
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
'En la ciudad de Sylvia' es una búsqueda ciclópea y cíclica que, como toda experiencia subjetiva, se hace ininteligible desde fuera y se potencia vivida desde dentro. Los ojos ven a un "flâneur" arquetípico, de aire soñador y cierto desaliño, vagando por Estrasburgo; su fuero interno, que debe ser compartido por el espectador, bulle como los monólogos extenuantes de Bernhard o Joyce.

Guerín calla, y deja que el espectador se interrogue. El mero hecho de confiar tanto en el espectador ya es casi un acto de suicidio comercial.

...

El prólogo son unas llaves y un detallado mapa de Estrasburgo, con todas su calles delimitadas a la manera aséptica de cualquier guía urbana. No hay mapa que incluya a las personas, ni a Sylvia, ni todo lo que vivimos.

...

. Primera noche

Él observa a los viandantes, a las chicas charlando, a los hombres callando.

Como en Maupassant: "¡Espejo de las cosas y espejo de los hechos; cada ser humano se convierte en un pequeño universo dentro del universo!"

Parece haber dos géneros de personas; las que hablan y las que callan. ¿Qué puede estar diciendo aquel hombre, para que ella sonría así? Él, mientras, dibuja; busca a la mujer inmutable, entre gestos finitos, multiplicados por el efecto reflector de los espejos. El instante se agota; y él, como Alain Leroy, busca capturar el momento o, más aún, revivir el momento que ya creyó capturar.

El primer día acaba con el excremento de un pájaro salpicando el mausoleo de fugacidades que es su libreta.

. Segunda noche

Está seguro de haber visto a Sylvia.

Recorre las calles, ajenas siempre a nuestros anhelos y proveyendo tan solo nuestro escenario.

"Laure, je t'aime", vemos varias veces, como vestigio de algún amor que también llevó a algún solitario a pernoctar, vagabundear y ahogarse buscando.

Después del demoledor, "yo no soy Sylvia" (o sí, qué más da; quien no es, ni será más, es "aquella" Sylvia), la noche acaba en un pequeño Marienbad llamado "Les aviateurs". Hay, en él, mujeres indiferentes a nosotros y, de otro lado, mujeres que callan como nosotros, y a las que observamos después de haber compartido la cama, mientras ellas nos observan. Acaso ellas también agotan su tiempo buscando aquello que ya no pueden tener.

Por el momento, esa segunda noche acaba aquí, con la impersonalidad de un encuentro buscado y deseado, pero banal.

. Tercera noche.

Vuelta a empezar. Las mujeres ríen, caminan, charlan y juegan.

Una de ellas, cuyos infinitos cabellos ondean al viento ante nosotros como una policéfala Hidra de Lerna, nos recuerda la infinitud en la que nuestro protagonista parce querer hallarse.

Este día, de entre tantos, termina con un reflejo, "through a glass darkly", en el que vemos alejarse a Sylvia.

'Elle' se esfumó entre 'elles'.

...

Pese al toque Rohmer, casi podría intuirse a Heidegger, en tanto él parece la puesta en imágenes del dasein ("ser-en-el-mundo"); situado en una realidad dinámica en la que sólo se es 'siendo'; pero, a su vez, aferrado a lo que 'fue' por un instante finito, hace ya tanto tiempo que es como si jamás hubiese existido.

Tan desasosegante como intentar remar hacia otra galaxia, como intentar detener al tiempo.

Ni todo el afán por revivir una experiencia concreta hará que deje de ser imposible hacerlo, y eso, creo yo, es el rotundo dictamen de 'En la ciudad de Sylvia'.

Gracias.
Nuño
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