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Voto de txusfin:
7
6,4
135
Drama
Ésta es la historia de Sonia, una joven de veintitantos que decide abandonar amigos y familia en San Petersburgo (Rusia), sin mirar atrás. Una mujer que experimentará la ilusión de una nueva vida y el infierno de aquellos para los cuales parece que la vida no tiene nada que ofrecer. Haciendo su propio 'via crucis' a lo largo de Europa a través de Alemania e Italia y terminando en la otra punta, Portugal, Sonia soporta toda la miseria y ... [+]
25 de noviembre de 2009
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es extraño, que en el festival de Cannes de 2006, la mitad de la sala abandonase la proyección de esta película antes de su conclusión. Ni siquiera la directora (valiente y multipremiada) o la actriz (sobresaliente) estaban obligadas a pasar por el trance de crear o interpretar a su personaje. Lo hicieron porque posiblemente creyeron que no apartar la mirada es una buena forma de empezar a ver un problema, y que lo que nos diferencia de aquellas personas, protagonistas en la vida real, que sufren todo tipo de vejaciones, es que ellas no pueden elegir.
Realmente, la película es angustiosa, dura y sin concesiones, desagradable en algunos momentos, inquietante en los menos dramáticos e incómoda en todos los demás.
La propuesta va desnudando al personaje, y en su trayectoria vital por Europa van aflorando las miserias y alguno de los instintos más bajos que pretende ocultar su sociedad.
Próxima a la crudeza de C. Mungiu, a los ambientes semiinconscientes de D. Lynch y al deambular de G.Van Sant, se desmarca del primero por el uso continuo de la metáfora explícita, que la aleja del realismo y la mantiene levemente suspendida sobre un oscuro e inestable tono poético. La fotografía, el sonido ambiente y la música adquieren gran importancia en este propósito, dotando de mayor significado, tanto a las imágenes como al fuera de campo.
Del segundo, en una menor confusión, al marcar con más claridad el paso a las imágenes oníricas y la evolución de las mismas, que van del ensueño de evasión, a la pura alucinación.
Y de la precisión del autor de “Paranoid Park,” porque a pesar de contar la historia de forma lineal, se aprecia cierta falta de conexión en algunos momentos, al ejecutar los saltos temporales y mentales con mayor contundencia; quizás para descolocar al espectador y ponerlo en sintonía con el estado de confusión en que se encuentra la protagonista.
Todo ello dota al film de un estilo muy personal, donde la cámara acompaña a Sonia en su solitario (al resto de personajes ni siquiera se les puede llamar secundarios, son sólo pretextos y presencias fugaces) descenso al infierno y registra todo aquello que atraviesa o reflejan sus ojos, ya venga del exterior o del interior de su mente.
Realmente, la película es angustiosa, dura y sin concesiones, desagradable en algunos momentos, inquietante en los menos dramáticos e incómoda en todos los demás.
La propuesta va desnudando al personaje, y en su trayectoria vital por Europa van aflorando las miserias y alguno de los instintos más bajos que pretende ocultar su sociedad.
Próxima a la crudeza de C. Mungiu, a los ambientes semiinconscientes de D. Lynch y al deambular de G.Van Sant, se desmarca del primero por el uso continuo de la metáfora explícita, que la aleja del realismo y la mantiene levemente suspendida sobre un oscuro e inestable tono poético. La fotografía, el sonido ambiente y la música adquieren gran importancia en este propósito, dotando de mayor significado, tanto a las imágenes como al fuera de campo.
Del segundo, en una menor confusión, al marcar con más claridad el paso a las imágenes oníricas y la evolución de las mismas, que van del ensueño de evasión, a la pura alucinación.
Y de la precisión del autor de “Paranoid Park,” porque a pesar de contar la historia de forma lineal, se aprecia cierta falta de conexión en algunos momentos, al ejecutar los saltos temporales y mentales con mayor contundencia; quizás para descolocar al espectador y ponerlo en sintonía con el estado de confusión en que se encuentra la protagonista.
Todo ello dota al film de un estilo muy personal, donde la cámara acompaña a Sonia en su solitario (al resto de personajes ni siquiera se les puede llamar secundarios, son sólo pretextos y presencias fugaces) descenso al infierno y registra todo aquello que atraviesa o reflejan sus ojos, ya venga del exterior o del interior de su mente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Las metáforas y los símbolos se suceden y van marcando el paso por las distintas estaciones de ese viaje, que desde Rusia, parte ya desde la miseria y la pérdida.
Su mirada recorre un desierto helado que se resquebraja, pero se alza para contemplar un horizonte blanco e informe, que aguarda con la esperanza de una vida mejor. Le dice a su hermana, que gracias a la guerra sabemos que hay fronteras y ella quiere atravesarlas. Se dirige hacia ese horizonte que va adquiriendo la forma y el color de la hierba, de la ilusión compartida y de los árboles, aunque estos se van inclinando cada vez más, presagiando su caída.
Cuando se cierra la puerta verde con barrotes del parking ya no hay vuelta atrás, el árbol cae definitivamente y comprende que las guerras ya no son entre países, sino entre individuos y que las fronteras de la degradación se establecen entre los que tienen la fuerza y los que la sufren. Sonia cruzará todas las estaciones, y en cada una de ellas irá dejando atrás una parte de sí misma. Dejará atrás a su gente y a su mundo, luego perderá la esperanza, más tarde la dignidad y cuando le hayan quitado su identidad, su propia voz, entonces no podrá saberlo, pero habrá llegado a la última parada. ¿O quizá no? y sea la primera habitación del trance o la locura, al traspasar una vieja frontera cómo única forma de escapar al infierno real y habitar definitivamente en los sueños, conservando su identidad y su nombre, que no revelará por mucho que se lo pregunten.
Su mirada recorre un desierto helado que se resquebraja, pero se alza para contemplar un horizonte blanco e informe, que aguarda con la esperanza de una vida mejor. Le dice a su hermana, que gracias a la guerra sabemos que hay fronteras y ella quiere atravesarlas. Se dirige hacia ese horizonte que va adquiriendo la forma y el color de la hierba, de la ilusión compartida y de los árboles, aunque estos se van inclinando cada vez más, presagiando su caída.
Cuando se cierra la puerta verde con barrotes del parking ya no hay vuelta atrás, el árbol cae definitivamente y comprende que las guerras ya no son entre países, sino entre individuos y que las fronteras de la degradación se establecen entre los que tienen la fuerza y los que la sufren. Sonia cruzará todas las estaciones, y en cada una de ellas irá dejando atrás una parte de sí misma. Dejará atrás a su gente y a su mundo, luego perderá la esperanza, más tarde la dignidad y cuando le hayan quitado su identidad, su propia voz, entonces no podrá saberlo, pero habrá llegado a la última parada. ¿O quizá no? y sea la primera habitación del trance o la locura, al traspasar una vieja frontera cómo única forma de escapar al infierno real y habitar definitivamente en los sueños, conservando su identidad y su nombre, que no revelará por mucho que se lo pregunten.