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Voto de David Mudarra:
8
Drama Aunque pertenecen a clases sociales muy distintas, Julio y Tenoch son grandes amigos. En una fiesta conocen a Luisa, una deprimida chica española casada con un primo de Tenoch. Para superar la crisis, Luisa decide acompañar a los dos chicos en un viaje sin rumbo fijo. La aventura pondrá a prueba su amistad y marcará sus vidas para siempre. (FILMAFFINITY)
21 de mayo de 2013
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Filme fundamental para entender el nuevo cine mexicano. Alfonso Cuarón rueda un éxito de público y crítica, merecedor de una nominación al Oscar, desarrollando un guión escrito por él y su hermano. Para dotar de credibilidad a la historia, se apoya en el trabajo con los actores y en la improvisación, fundamental para conseguir (esto solo el tiempo lo dirá) uno de los mejores filmes del país americano.
El filme, después de una larga introducción, sigue la estructura de una road-movie donde un par de amigos adolescentes, Julio (Gael García Bernal) y Tenoch (Diego Luna) en compañía de una mujer desesperada, Luisa (Maribel Verdú), se embarcan en un viaje hacia una playa imaginaria. El sexo desinhibido, el aprendizaje, las risas y el alcohol acompañan a los tres personajes. Al mismo tiempo, el mismo país se dirige hacia otro destino ideal, el cambio de un régimen que ya duraba setenta años (el tiempo que llevaba el Partido Revolucionario Institucional gobernando México). Para subrayar la metáfora, el realizador dota a cada uno de los personajes de un apellido ilustre, presente en la historia de la nación. Los jóvenes se llaman Zapata e Iturbide, mientras que Luisa se apellida Cortés. Un nombre apropiado para la mujer española y con una clara referencia a la colonización hispana. Mientras que el conquistador extremeño cambiaba para siempre la vida de los nativos, Luisa hará lo propio con la de los dos amigos durante el viaje.
El realizador atiende las dos circunstancias (las de los jóvenes y las del país) con gran elegancia y sutileza. Por un lado, la alegría de los jóvenes y de sus hormonas que protagonizan el transito desde su adolescencia a su juventud dirigidas por la mano de la experta Luisa. Cuarón fotografía con grandes angulares la mayoría de los planos para reflejar el optimismo inicial así como para aprovechar al máximo el encuadre dentro del vehículo y para asociar el formato paronámico las vistas desde el coche. De ese modo el parabrisas se confunde con la pantalla y el espectador se siente un viajante más.
Paralelamente, Cuarón interrumpe la acción con una voz en off brusca (que corta el sonido y preside las imágenes convirtiéndolas en secundarias) para denunciar con ironía, pero con firmeza, la corrupción del gobierno o de las clases sociales más altas. Más agua aún es la acusación que ejerce desde el objetivo de la cámara, cuando parece que desvía la atención del trío protagonista por descuido y se centra por un momento en lo que ocurre a su alrededor; detenciones en los controles, cruces de difuntos en las cunetas pertenecientes a improvisados cementerios y desolación en campos y ciudades.
Un exterior que parece ajeno a la trama principal que discurre con brillantez con largos y atractivos planos, simbología (unos cerdos corriendo por la playa después de que la voz en off anticipase corrupción urbanística en la costa) y sexo crudo y apasionado. Todo ello elementos de un filme excelente que cambia de rumbo en el último tercio justo después de que Cuarón se luzca con la mejor escena.
David Mudarra
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