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Madagascar Madagascar · París, Texas
Voto de Hanshiro Tsugumo:
7
Drama. Romance Una mañana de invierno un maduro norteamericano y una joven muchacha parisina se encuentran casualmente mientras visitan un piso de alquiler en París. La pasión se apodera de ellos y mantienen relaciones sexuales en el piso vacío. Cuando abandonan el edificio, ambos se ponen de acuerdo para volver a encontrarse allí, en soledad, sin preguntarse ni siquiera sus nombres. (FILMAFFINITY)
29 de diciembre de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La temática erótica no suele llamarme la atención en el cine, pero no por eso me voy a privar de ver un presunto clásico de la historia del celuloide. Tampoco tengo intención de explayarme con explicaciones filosóficas o pseudo-filosóficas, de eso ya se han hecho críticas. Tampoco diré el impacto que me supuso su visionado, porque a día de hoy no supone ningún impacto y cuando se estrenó me faltaban casi dos décadas para nacer.

“El último tango en París” me provoca sentimientos contradictorios, por una parte por no poder desterrar del pensamiento la idea de buscar el morbo por el morbo, y ahí entraría la escena famosa de la mantequilla, por ejemplo, o momentos alargados en exceso o que no aportan nada. Por otra parte veo sus puntos fuertes, que superan a los débiles. La actuación de Marlon Brando es, probablemente, la mejor de su carrera, y carga sobre sus hombros con todo el peso de la película. Él es la introducción, él es el nudo y él es el desenlace. Sin el personaje de Brando y su hundimiento existencial, sentimental y moral, sencillamente ninguna de las situaciones expuestas se hubieran producido. Bertolucci sabe colocar la cámara y exprimir a Brando. Una fotografía ocre, oscura, casi sepia, que transmite tristeza, soledad, abandono. Lo más demoledor, más que las escenas eróticas, son algunas sentencias pronunciadas por Brando, que arremeten contra lo impensable, contra la familia, contra el amor, contra el conformismo, contra la falsa moralidad, contra la hipocresía… Es como el anciano al que ya no le importa el qué dirán y dice lo que le sale de los mismísimos, pero elevado a la enésima potencia. Es más cruda la escena en la que Brando habla con el cadáver de su mujer, olvidándose del respeto a los difuntos como derribando otro muro de la corrección más, que la famosa escena de la mantequilla.

A quien piense en si le puede interesar esta película o no le diría que entre en su casa, dejando su rol de ser humano hipócrita y políticamente correcto en el felpudo de la entrada, ponga “El último tango en París” y se deje llevar por sus instintos, sin ataduras, sin preocupaciones, sin mirar atrás, sin mirar adelante, sin el qué dirán, aquí y ahora, en su refugio particular, donde el tiempo se detiene mientras el mundo, sus patéticos habitantes y sus problemas continúan en movimiento fuera.
Hanshiro Tsugumo
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