Resumir cinco temporadas es un poco complejo, sobre todo con el visionado reciente de una temporada final, que lo único que hace es establecer un panfleto propagandístico que te hace enfadarte con una serie que estaba bien llevada, bien actuada y con su justa (y necesaria) reivindicación.

Pero no así, la manía de querer reflejar y alargar unas ideas y el bienquedismo. No era ni mucho menos necesario. Podrían haber sido simplemente las chicas del cable que tanto honor les dan al final, porque ese sería el verdadero serial, ese principio y esa vida. Aceptando la vuelta de tuerca de un guión estirado hasta la saciedad, enrevesado y envalentonado. Se acepta, hay que rellenar temporadas y vale.

Pero como está ocurriendo, para desgracia, cada vez de forma más frecuente en las producciones sobre todo de Netflix. El querer dejar de manifiesto un mensaje para alimentar a cuatro enfervorecidos que llenaran las redes sociales indicando que son un ejemplo a seguir, se les va de madre. Mientras que el resto del público, cabal y moderado, nos quedamos con la sensación de que han estropeado algo que llevamos siguiendo durante ya demasiado tiempo