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Voto de Maese Huvi:
8
4,8
810
Fantástico. Terror. Drama
Una familia de la nobleza con problemas económicos espera ansiosa la llegada de Lucy Broadhurst, hija de un rico burgués. La boda de Lucy con el heredero de la familia, el excéntrico Mathurin, podría ayudarles a mejorar su situación. Cuando la chica llega al hogar de los aristócratas, se obsesiona con la historia de Romilda de L’Esperance, una antepasada de su futuro esposo. Según las habladurías, Romilda había mantenido relaciones ... [+]
1 de septiembre de 2008
52 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
El polaco Walerian Borowczyk es uno de los grandes genios incomprendidos e ignorados de la historia del cine. La Bête es quizás su gran obra maestra, una fábula erótica que recrea de forma muy personal y bizarra elementos de cuentos como La Bella y la Bestia o Caperucita roja, resaltando los elementos eróticos de estos cuentos infantiles en una lectura que debe mucho al psicoanálisis y con una visión libertaria de la sexualidad que entronca con el surrealismo. El resultado es una película barroca, preciosista, de una belleza y una sensualidad como pocas veces se puede apreciar en el cine y con una carga crítica quizás no evidente pero sí presente a lo largo de toda la película. Estamos ante una obra alegórica con un estilo que bebe mucho de los grandes del siglo XVIII (Diderot o Sade, por ejemplo), que moraliza para acabar con toda moral sexual y nos enfrenta a nuestros propios deseos sexuales más salvajes, desesperados e inconfesados y a la posibilidad/imposibilidad de satisfacerlos, al miedo que nosotros mismos sentimos ante ellos.
Mi primer encuentro con esta película tuvo lugar siendo todavía un “inocente” adolescente, en una de esas noches de fin de semana en las que regresaba a casa más borracho que una mosca en una jarra de cerveza, encendía la televisión y ponía el Canal 7 y su mítico ciclo de cine erótico, bajando el sonido para que no me pillasen mis padres (todos lo hemos hecho, no lo neguéis). Y un día, al encender la televisión, cuál no sería mi sopresa al ver a una especie de bestia bastante cutre con un aparato descomunal entre las piernas violando a una dama del siglo XVIII, desconcertado me quedé mirando fijamente la televisión un par de minutos, pensando que iba más borracho de lo que pensaba y finalmente la apagué y me fui a la cama. Años después me enteraría de la existencia de ese señor llamado Borowczyk y de esta película, La Bête, que de inmediato asocié a aquella escena, pudiéndola ver, por fin, de un tirón y con plena conciencia de a lo que me enfrentaba.
Mi primer encuentro con esta película tuvo lugar siendo todavía un “inocente” adolescente, en una de esas noches de fin de semana en las que regresaba a casa más borracho que una mosca en una jarra de cerveza, encendía la televisión y ponía el Canal 7 y su mítico ciclo de cine erótico, bajando el sonido para que no me pillasen mis padres (todos lo hemos hecho, no lo neguéis). Y un día, al encender la televisión, cuál no sería mi sopresa al ver a una especie de bestia bastante cutre con un aparato descomunal entre las piernas violando a una dama del siglo XVIII, desconcertado me quedé mirando fijamente la televisión un par de minutos, pensando que iba más borracho de lo que pensaba y finalmente la apagué y me fui a la cama. Años después me enteraría de la existencia de ese señor llamado Borowczyk y de esta película, La Bête, que de inmediato asocié a aquella escena, pudiéndola ver, por fin, de un tirón y con plena conciencia de a lo que me enfrentaba.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El marqués de L’Esperance decide casar a su hijo Mathurin con una rica heredera, Lucy, gracias a la cual salvar de la bancarrota a la familia, pero para ello debe ocultar el secreto de la familia. Lucy y su tía acuden al castillo de L’Esperance pero lo que descubren allí no es lo que esperaban. Mathurin no es el atento y romántico galán que imaginaban, sino un bruto con pocas luces. A esto se unen las extrañas leyendas de la familia en torno a una antepasada del siglo XVIII, Romilda, que se encontró con un monstruo que la atacó en el bosque y nunca volvió a ser la misma. Lucy comienza a tener sueños húmedos en los que los protagonistas son Romilda y una bestia que la ataca en el bosque y la viola. Romilda trata de resistirse, pero poco a poco cede al placer (enorme) que le proporciona la bestia, lo que también le ocurre a Lucy, que se masturba y busca a Mathurin para que satisfaga sus necesidades sexuales, pero éste duerme como un niño. Mathurin muere en la cama de forma absurda y Lucy y su tía descubren el gran secreto de la familia, Mathurin era un descendiente de aquella bestia del bosque. Las dos mujeres huyen, pero Lucy no logra apartar de su mente la visión de la bestia, su promesa de placer.
Borowczyk trata como nadie las escenas sexuales dándoles un toque onírico, de gran belleza y simbolismo, haciéndolas trascender hasta alcanzar un potencial utópico que las sitúa más allá de la propia satisfacción sexual y las convierte en instantes de vida plenamente vivida que contrastan con la miseria de la vida que aguarda a Lucy, con el ambiente opresivo del castillo y la moral puritana de la tía. El fetichismo sexual de Borowczyk, es una de las claves de la película, un fetichismo en el que el objeto no es un sustituto de la persona amada que cosifica a ésta sino una promesa de placer y libertad, un elemento que destruye todo prejuicio y toda moral y abre el camino a la liberación de la sexualidad, a su disfrute pleno. Entre estas escenas destacan las de Lucy masturbándose con una rosa, la paja con los pies que le hace Romilda a la bestia o la de la bestia masturbándose con la peluca de Romilda. Aunque también el fetichismo se convierte en un sustituto que cosifica en el caso de la hija del marqués, que cada vez que su padre interrumpe su pasión con el sirviente ha de conformarse masturbándose con el cabecero de la cama. Aquí el fetichismo es un sustituto porque el mundo burgués hace acto de presencia.
Borowczyk crea una obra maestra que perturba, que nos enfrenta a nuestros miedos y prejuicios. Las escenas de la hija del marqués y el criado follando en la habitación con los niños escondidos ofenderán a muchos y seguramente sería impensable poder rodar algo así hoy. Lo que Borowczyk pretende es desacralizar el sexo para así poder elevarlo, muestra sus aspectos más crudos (la violación, el fetichismo, el bestialismo) para así liberarlo y liberarnos de la moral cristiana que lo criminaliza, lo prostituye y lo convierte en una perversión.
Borowczyk trata como nadie las escenas sexuales dándoles un toque onírico, de gran belleza y simbolismo, haciéndolas trascender hasta alcanzar un potencial utópico que las sitúa más allá de la propia satisfacción sexual y las convierte en instantes de vida plenamente vivida que contrastan con la miseria de la vida que aguarda a Lucy, con el ambiente opresivo del castillo y la moral puritana de la tía. El fetichismo sexual de Borowczyk, es una de las claves de la película, un fetichismo en el que el objeto no es un sustituto de la persona amada que cosifica a ésta sino una promesa de placer y libertad, un elemento que destruye todo prejuicio y toda moral y abre el camino a la liberación de la sexualidad, a su disfrute pleno. Entre estas escenas destacan las de Lucy masturbándose con una rosa, la paja con los pies que le hace Romilda a la bestia o la de la bestia masturbándose con la peluca de Romilda. Aunque también el fetichismo se convierte en un sustituto que cosifica en el caso de la hija del marqués, que cada vez que su padre interrumpe su pasión con el sirviente ha de conformarse masturbándose con el cabecero de la cama. Aquí el fetichismo es un sustituto porque el mundo burgués hace acto de presencia.
Borowczyk crea una obra maestra que perturba, que nos enfrenta a nuestros miedos y prejuicios. Las escenas de la hija del marqués y el criado follando en la habitación con los niños escondidos ofenderán a muchos y seguramente sería impensable poder rodar algo así hoy. Lo que Borowczyk pretende es desacralizar el sexo para así poder elevarlo, muestra sus aspectos más crudos (la violación, el fetichismo, el bestialismo) para así liberarlo y liberarnos de la moral cristiana que lo criminaliza, lo prostituye y lo convierte en una perversión.