Cuando Christopher Nolan aterrizó en el universo cinematográfico DC con aquel glorioso Batman Begins consiguió varios éxitos simultáneos. Dignificó e hizo más adulto al cine de superhéroes, recuperó el personaje de Batman, que había caído a los abismos de los trajes con pezones y, sobre todo, insufló vida a un universo cinematográfico que languidecía sin haber tenido casi ocasión de desarrollarse. DC se agarró a aquello como el naufrago que se sujeta a la tabla cuando estaba a punto de hundirse.

Sin embargo, aquel regalo tenía un perverso e inesperado efecto secundario. Nolan hizo crecer al universo DC cinematográfico a costa de insuflarle un aire dramático, tremendista, trágico. Y esa semilla se enraizó en el resto de personajes como una hiedra (venenosa) que desde entonces parecía obligar a todos los directores de todas las películas DC a mostrar a unos personajes atormentados, oscuros, siempre agobiados y agobiantes. Ese exceso de seriedad alcanzó su cumbre con ese ladrillo filmado que fue Batman vs. Superman. Lo que debería ser la película estelar, el encuentro entre los dos totems de la marca, devino en un tostón bastante insufrible.

Tostón en el que solo destacaba, por cierto, la aparición de otro clásico como Wonder Woman. Interpretada por una actriz que parecía destinada al personaje, aquella fue la única luz en un mar de tinieblas.

Después llegó Escuadrón Suicida, que no acababa de cuajar pero que demostró que los personajes DC no tenían que estar poniendo cara de estreñidos todo el rato. Y que a veces se puede ser entretenido sin tanto dolor ni tanta contrición.

Y ahora, por fin, más de una década después, DC entiende que esto es cine de superhéroes, que lo que busca el espectador es diversión, entretenimiento, peleas, algo de amor y un poco (pero sólo un poco) de dramatismo.

Quedaría muy machista e injusto referirnos al sexo de su directora como justificante de esta visión refrescante del tema, pero es cierto que Patt Jenkins consigue que la historia de la amazona de sugerente vestido, que desvía las balas con sus brazaletes y lleva una cuerda de la verdad, nos resulte amena, entretenida y extrañamente verosímil.

Aunque gran parte del mérito, claro está, hay que concedérselo a Gael Gadot, que le da tanta vida a Diana/Wonder Woman que casi da miedo. Es tan fácil de explicar como decir que Gadot le da a su personaje todo lo que Cavill o Affleck le quitaron a los suyos. Y el resto del reparto cumple muy bien, desde Pine a Elena Anaya, pasando por Robin Wright o David Thewils.

Y así, sin ser una obra maestra (ni pretenderlo) Wonder Woman devuelve a DC cine a la vida. Haciéndolo, irónicamente, al dejar atrás todo lo que fundó, para bien o para mal, Nolan y su Batman.

Ahora a esperar que sus próximos proyectos, como esa Liga de la Justicia que se nos viene encima, hayan entendido cuál es el camino a seguir.