Esta pandemia que no parece tener fin ni solución ha puesto patas arriba nuestro mundo de un modo que no podíamos ni imaginar allá por las navidades de 2019. Y el cine en concreto ha recibido un revolcón cuyas consecuencias, aunque algún día salgamos de esto, tal vez no seamos capaces de calibrar.

Por de pronto, los estrenos han pasado a ser un hecho excepcional. Siguen saliendo algunas pelis, normalmente de pequeños estudios que no tienen nada que perder, pero las mayors han congelado todas sus novedades, mientras miran de refilón al VOD como posible futuro de una industria en permanente crisis.

En este contexto, además lo poco que sale es de deplorable calidad, como esa horrorosa Wonder Woman 1984 que nunca, con pandemia o sin ella, debiera haber sido estrenada. Y en este páramo ruinoso aparece Godzilla vs. Kong.

A ver, en otras circunstancias esto hubiese sido un objetivo claro para poner a escurrir. El guion es un desastre sin pies ni cabeza, con sinsentidos encadenados y una historia absurda e incoherente, en la que cada vez que salen los personajes humanos es aburrida, tópica y prescindible.

Pero de vez en cuando (tampoco demasiado) sale Godzilla, y Kong, e incluso se pelean entre rugidos y explosiones. Y en esos breves instantes uno se olvida del ridículo argumento, de las malas interpretaciones e incluso de la puñetera pandemia. Esos minutos de diversión sin sentido y de abstracción son los que salvan a la película. Nos recuerdan tiempos mejores y solo por eso se salva la película. Ojalá vuelvan los estrenos de forma regular y podamos darle estopa a las pelis reguleras como esta. Pero ahora mismo es lo que hay...