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España España · Videodromópolis
Voto de Max Renn:
8
Thriller. Acción Los Peterson siguen llorando el fallecimiento de su hijo Caleb en la guerra de Afganistán. En pleno duelo, David (Dan Stevens) irrumpe en el hogar familiar y conquista a cada uno de sus miembros hasta que uno de ellos comienza a intuir que David no es quien parece ser. (FILMAFFINITY)
3 de diciembre de 2014
21 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Drive”-meets-“La noche de Halloween”-meets-“Terminator”…

La dupla Wingard & Barrett, director y guionista, regresa para aporrear la mesa y presentar sus credenciales tras frecuentar el género de terror con la discretísima “A Horrible Way to Die”, los segmentos de la irregular franquicia found-footage “V/H/S” y el fallido home invasion slasher “Tú eres el siguiente”, que eran propuestas con cierto interés, si bien, al mismo tiempo, constituían, creo, una lógica fase de aprendizaje que se ha coronado con “The Guest”, su cumbre, su obra más redonda, que corrige anteriores (y comprensibles) titubeos y errores al lograr la perfecta concreción de sus intenciones en un producto final sorprendentemente pulido y medido. Así, rinden tributo a los postulados de la serie B con claro sello ochentero, situando un pie en el slasher (tardío setentero) y otro pie en el exceso de la acción musculosa y macarra tan genuina de aquella década hiperbólica que podríamos plasmar en la mítica productora Cannon Films, santo y seña de la (sub)cultura del videoclub. En este sentido, los referentes son evidentes y la película los asume y los luce orgullosa de ellos.

Pero el aspecto que le otorga un encanto especial, bajo mi punto de vista, es la inyección de un tono fantastique halloweeniano que traslada la historia y los personajes a un terreno irreal en el que uno participa de la fiesta como un invitado más, sabiendo la total autoconsciencia de una cinta que se puede tomar como un juego lúdico entre autor y espectador, sobre todo si ambos son amantes de estos géneros y reconocen sus códigos y tópicos, que son tratados bajo un prisma paródico muy divertido (sin llegar a la astracanada) ya desde el estupendo uso de la banda sonora y la elección de una estudiada planificación que denota la asunción de los tics de aquello en lo que se inspira. Y es más: el pulso narrativo recuerda al Carpenter firme que aprovechaba con inteligencia sus ajustados medios.

Wingard y Barrett, los muy zorros, desperdigan calabazas por doquier, ambientan el final en una suerte de imposible y laberíntica party hard pocha de los no-muertos con coloridos saturados del giallo, guiñan el ojo a “Drive” y a la pose pétrea y cool de Ryan Gosling con una complicidad desarmante (quizá también maliciosa), recurren al detalle del mad doctor en una fuga argumental desconcertante (otra vez la identidad como concepto reiterado del signo de nuestro tiempo), transforman a su protagonista en una seductora entidad (en un Coco con reminiscencias de corte Michael Myers) a amar, odiar, temer y derrotar, les dan una paliza a una pandilla de malotes escolares y visten a la adolescente de camarerita deliciosa que-graba-CDs-con-amor.

Según avanza, la película se va soltando el pelo hasta instalarse en el delirio y desmelenarse entre balazos y un encuentro final tan previsible como inevitable que vuelve a jugar irónicamente con las constantes de los géneros. La trayectoria comienza con un plano de una figura no identificada corriendo y, enseguida, pasamos a la disimulada invasión del hogar y al hechizo inmediato al que son sometidos los miembros de esa familia cuyo “nuevo amigo”, un soldado que dice haber conocido al hijo fallecido, va alterando el orden paso a paso, fruto de una conducta extraña que combina la amabilidad y el carácter servicial con gestos tenebrosos, lo cual confecciona un ambiguo lienzo que otorga mayor misterio e inquietud al Boogeyman. Aunque Wingard nunca abandona la desvergüenza en su acercamiento al conglomerado genérico, en ciertos instantes extrae un abismo insondable de la magnética mirada (para perderse en ella) de Dan Stevens, cuyo papel es un premio (millonario) de lotería para un actor.

Un bombazo la mar de disfrutable al que rendir adoración incondicional y revisar miles de veces.
Max Renn
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