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España España · Madrid
Voto de Gatitos:
9
Serie de TV. Comedia. Drama Miniserie de TV (2016). 10 episodios. El joven Lenny Belardo acaba de ser elegido Papa, un pontífice de menos de 50 años que se ha hecho llamar Pio XIII. Nadie sabe en el fondo qué piensa sobre los temas más importantes de la Iglesia, ni cómo piensa dirigir el Vaticano. Sus primeras y controvertidas decisiones descolocarán a todo el mundo católico, incluyendo a los miembros de la curia y a los fieles de todo el mundo, haciendo tambalear ... [+]
12 de septiembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pese a iniciarla con recelo, he encontrado en The Young Pope un sublime abordaje de la espiritualidad y de los interrogantes que rodean a la propia existencia humana. Sin meterme en los aspectos técnicos, que son impecables de principio a fin y que disfruto pero en los que no soy una entendida, me focalizaré en las reflexiones que en mi humilde opinión son la base de la serie. No puedo, sin embargo, empezar sin aplaudir la magnífica fotografía preciosista que logra recrear a la perfección una belleza que definitivamente evoca lo divino y la grandeza y el poder de la Iglesia. Es innegable que la serie es un auténtico espectáculo visual y artístico, sea finalmente la propuesta o no de nuestro agrado.

The Young Pope logra ir más allá de las burdas dicotomías y penetrar en la extensa gama de grises que impera en temas como la moralidad y la espiritualidad. Parte de la hermosura de la serie reside en que hace evidente que una institución teóricamente tan sobrehumana como la Iglesia está constituida por meros ladrillos humanos. Un papa soberbio y santo que se encuentra al mismo tiempo tan cerca y tan lejos de Dios, eminencias que dedican sus horas libres a cuidar de discapacitados pero que abusan de la extorsión como método, monjas que se divierten jugando un partido de fútbol vestidas con sus hábitos, una estéril infiel que inexplicablemente logra gestar un hijo y parir como hizo la virgen, fervientes creyentes que pecan porque, por muy intensamente que creamos, todos somos pecadores. Es este vaivén de contrastes, en el cual, sin duda, no faltan ni las reivindicaciones de (ni las provocaciones a) la visión más clasista de la Iglesia, lo que nos acerca, no sé si al Vaticano, pero sí a la realidad en lo concerniente a la moralidad humana.

Y los juegos de poder, la ambición, la lucha por la información más sucia, la cáscara hipócrita que esconde todo tipo de puñaladas por la espalda... todo ello enturbia lo que podría haber sido la gran casa de la alteza moral precisamente porque está manchada de lo humano. Porque lo humano es expansivo y tuerce las rectilíneas formas de la integridad absoluta, pero ya forma parte de la Iglesia misma. Así que, cuando un inesperado papa comienza a vaciarla de banal humanidad y del afecto, de la piedad y de la bajeza que a ella son inherentes, pocos parecen convencidos de la conveniencia de un retorno tan puro a la máxima contención y a la fría formalidad. Esa formalidad de la que Pío XIII es tan admirador por permitir que haya orden en la tierra (o más bien, porque nos distancian de las crueles pérdidas que no logramos aceptar), mas es tan gélida que difícilmente logra poner en marcha hoy en día una maquinaria que requiere de fe como combustible. Es definitivamente un papa incómodo para nuestros tiempos, con ideas tan, tan añejas que se antojan revolucionarias. La cuestión es si ello le hará un líder eficaz o si la rigidez de sus postulados terminarán por poner en riesgo el rumbo de la Santa Sede.

Y más allá de los mismos interrogantes de siempre, hablar realmente de Dios implica preguntarse por el propio lugar en el mundo y por cuál es la significación que para el mundo tenemos. Supone poder ser abandonado en el portal de un orfanato, girarse y no ver a nadie que por uno esté velando. Supone señalar cómo pesa esa soledad existencial cuando, por un instante, nos percatamos de lo huérfanos que somos.
Porque la pregunta no es si Dios existe o si hemos de creer en Dios. La pregunta es por qué creemos en Dios, si no será la duda sobre Dios el resultado de la obturación del dolor y del reproche por haber sido injustamente abandonado (esa presencia de la ausencia) o si no será Dios el remedio que ponemos a lo que de otra forma sería la más absoluta soledad, a estar totalmente solos suplicando a un universo que nunca, nunca responde más que con azar y con un eterno silencio.
Gatitos
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