Ante la amenaza de los bandidos, que regresan cada año para saquear sus tierras, los habitantes de un humilde pueblo campesino deciden buscar una solución: contratar a un grupo de samurais para que les defiendan. A pesar de lo poco que pueden ofrecerles como recompensa (unos puñados de arroz), consiguen la ayuda de un hombre compasivo, que logrará reclutar a otros cinco samurais con los que llevar a cabo la tarea. Al principio, los campesinos desconfían de estos recién llegados, pero poco a poco se irá forjando una relación de confianza mutua y solidaridad entre ellos.

Rodada en 1954 y, ambientada en la época feudal de Japón, Los siete samurais es un drama épico en el que hay acción, humor, conflictos sociales y escenas cargadas de un gran dramatismo y poder visual. Todos estos ingredientes logran que, incluso con un extenso metraje (casi tres horas y media de duración), la película no pierda intensidad en ningún momento, ni resulte aburrida o monótona.

Es una obra maestra en la que todo funciona a la perfección y hasta el más mínimo detalle tiene un sentido. Y como toda gran película, aún adquiere más valor con el paso de los años, vista desde el punto de vista de la historia del cine (continúa siendo una gran fuente de inspiración).

Con un guión impecable, mantiene la tensión narrativa desde el primer hasta el último fotograma. Combina unos diálogos ajustados a la trama con escenas de acción y secuencias más intimistas, todo ello acompañado de un adecuado fondo musical.

Los personajes están bien definidos, cada uno con sus características y su particular desarrollo. Incluso los secundarios tienen algo que aportar y adquieren una importancia relevante dentro del conjunto del film. Resaltan las magníficas interpretaciones por parte de todo el elenco.

A nivel visual, Kurosawa juega con los diferentes tipos de enfoques y angulaciones para mantener un ritmo ajustado, presentando a los personajes y desarrollando la acción. A destacar: la composición teatralizada de algunas escenas, con personajes entrando y saliendo del cuadro; primeros planos de duración considerable, invitando a la reflexión y un meticuloso montaje final. Utiliza técnicas innovadoras en su época y muy personales, que incluso hoy en día resultan impactantes.

La música es otro factor en juego muy importante. Acompaña los silencios, cuando no hay diálogos y da unidad a la película, ya que se escucha la misma melodía en varios momentos del film.

Por todo ello, es una cinta imprescindible en la historia de la cinematografía. Imprescindible para todas aquellas personas que disfruten con el buen cine. Imprescindible por su calidad. Imprescindible por los valores que logra transmitir. Imprescindible para comprender el lenguaje cinematográfico. Imprescindible para conocer la obra de este director japonés. En definitiva, imprescindible Kurosawa. Una película conmovedora que engancha de principio a fin.